En principio, el juego, la apuesta, para un tipo aburrido como yo parecía interesante. Se trataba de ir al amanecer con el coche a toda mierda desde la Plaza Francesc Macià hasta la plaza Tetuán y volver sin respetar semáforos ni ninguna regla. Eso si, cada peatón atropellado (de atrezzo) restaba cinco puntos del total, y si aparecían los 'Mossos d'Esquadra' o la Policía la organización se desentendía del asunto. El premio era lo de menos, de lo que se trataba era de descargar adrenalina a tope, de eso iba el juego, de romper con la monotonía.

No fue hasta el segundo peatón que me cargué que me di cuenta que no eran de atrezzo, eran reales, con los zapatos pegados y las plantas de los piés a ellos en medio del pavimento de la Diagonal. Ya era tarde, éste era el brutal sentido real del juego y yo me enteré a destiempo.