Viene el día con aires de tragedia griega. Cuando creíamos que todo estaba ya en los límites de lo soportable, alguna noticia nueva ha de helarnos el corazón. No aparece más salida que el colapso. Un rápido recuento de atrás adelante: la operación 'Púnica', qué buen nombre, en la que ayer cayó Granados y otros 50 altos cargos; las tarjetas 'black' y demás fraudes de Caja Madrid; Bárcenas y las finanzas del PP, los Pujol, los cursos de formación, los ERE andaluces, las mordidas valencianas, la Gürtel, Urdangarín, etc. etc. Hoy, seguro, habrá otro capítulo. El estado de horror de los ciudadanos sólo se corresponde con la magnitud de la acumulación de escándalos ¿Qué está pasando aquí? ¿En qué suerte de 'timocracia' nos hemos convertido? ¿Cómo arreglarlo, además, si quien tiene que hacerlo es la propia estructura corrompida?

Platónica estoy, perdonadme. Parece que recorramos el camino inverso que describe la 'República': de la tiranía a la democracia, de ésta a la oligarquía y ahora la 'timocracia', qué palabra más perfecta para definir este momento. Da miedo pensar que el ateniense también dijo que la democracia es «el sistema político más bello a ojos de los más necios», porque más allá hay aún más monstruos.

'Las voces del ágora' se pueden oír estos días en la exposición 'Mediterráneo. Del mito a la razón', en Caixaforum, Madrid, junto a la reconstrucción en 3-D de aquel espacio donde nació la democracia. Sófocles, Platón, Tucídides, Solón, evocan un pasado de insólita vigencia. Así, el coro de Antígona «el hombre es un ser admirable y terrible a la vez», que dice: «Cuando las leyes de su tierra honra y la justicia jurada por los dioses, elevado es a la cumbre de su ciudad. De ciudad empero queda privado aquel en quien no hay respeto al bien por culpa de su criminal audacia. ¡Que no comparta mi hogar ni mi forma de pensar el que así obra!».

El ágora de hoy es una jaula donde los grillos se frotan las patitas al grito de «y tú más» y crece sordo el rugir de la ira de los ciudadanos. ¿Cómo no va a crecer Podemos?, nos preguntamos, como un coro trágico a la vez.

En este contexto, es de observar que la Junta de Andalucía ha decidido cambiar de estrategia para contrarrestar la instrucción de Alaya. Las críticas a los servicios jurídicos autonómicos han sido constantes, sotto vocce, y este paso tiene un recorrido incierto, pero supone pasar a la ofensiva en un momento en que la propia jueza quiere expulsar al Gobierno autonómico de la instrucción de los ERE.

Quizá ahora, parafraseando a otro clásico, esta vez contemporáneo, en caso de duda haya que hacer ciudadanía: ejercer con firmeza los derechos que nos hemos dado y no ceder a la fácil tentación 'destroyer', aunque cueste. Privar de ciudad a quienes no tienen respeto al bien «por culpa de su criminal audacia». Salvar a quien «las leyes de su tierra honra». Eso, o todos muertos.

 LALIA GONZÁLEZ - @Laliags - DIARIOSUR.ES