Sabemos que la seguridad absoluta no existe, ni en la aviación ni en ninguno de los aspectos o situaciones de la vida en que intervenga el azar, y sobre todo, el factor humano. El factor humano se suele mencionar en su parte negativa como sería el caso de Andreas Lubitz, Una acción la de Lubitz que de no haber habido antes los atentados del 11-S en las torres gemelas no se habría podido producir, pues la medida de poder cerrar la puerta de la cabina desde dentro y no poder abrir desde fuera se puso precisamente a raíz de estos atentados, para evitar que uno o algunos terroristas pudieran entrar en la cabina y hacerse cargo del mando del avión. La medida no tiene mucho sentido pero se aplicaba, y propició si es que realmente así fue, que Andreas Lubitz, se encerrara en la cabina al quedarse solo y estrellase el Airbus.
Ahora, como siempre pasa y ante el drama del accidente, se han tomado otras medidas de seguridad, deberá haber un mínimo de dos personas en la cabina, pero esto no deja de ser una medida de seguridad que depende (como siempre, del factor humano).
Fijaos que de los cuatro vigilantes de seguridad que había en el museo de Túnez donde asesinaron a los turistas los yihadistas, uno no se presentó a trabajar, otro estaba comiendo y los otros dos estaban en el bar charlando. De nuevo el factor humano

La historia que os cuento a continuación no tiene nada que ver con lo anterior, o quizás si, pués interviene de nuevo el factor humano, pero en su parte positiva, la que a menudo no se menciona. La historia del Hombre que abrió una montaña para que sus vecinos pudieran ir al médico, que parece el título de un libro de esos de auto ayuda, es real y pasó en la India. Es el factor humano en su cara solidaria, desprendida, generosa, representada por un hombre Dashrath Manhi, y ésta es su pequeña gran historia...


Dashrath Manjhi, residente en una pequeña localidad del norte de la India, dedicó su vida a construir un camino a través de una montaña para que sus vecinos pudieran llegar al hospital y la escuela. Logró la proeza tras trabajar durante 22 años con martillos, palancas y cinceles.
En los años 1960 el pequeño poblado de Gehlaur, situado en el norte de la India, estaba completamente aislado: una montaña de aproximadamente 90 metros de altura cerraba el camino hacia escuelas, hospitales y empleos. Fue entonces cuando Dasrath Manjhi decidió 'mover' el obstáculo rocoso, abriendo paso a los vecinos de su pueblo, según relata el blog The Better India.

Manjhi trabajaba al otro lado de la montaña y tenía que atravesarla cada día sólo para llegar a la granja donde trabajaba. Era un camino peligroso en el que a menudo se producían accidentes. Un día de 1960 Phaguni, su esposa, se hirió mientras atravesaba la montaña para llevarle comida a su marido. Fue entonces cuando el hombre decidió vender sus cabras y compró instrumentos para construir un camino a través de la montaña.

Manjhi no dejó su puesto de trabajo: dedicó su tiempo libre y horas de sueño para seguir horadando la montaña. Tiempo después su esposa falleció: tras caer enferma le fue imposible desplazarse hasta Wazirganj (a 75 kilómetros de camino), donde se encontraba el doctor. El dolor de la pérdida hizo aún más fuerte a su esposo. Los residentes de su pequeña aldea le empezaron a proporcionar comida y Manjhi dejó su empleo.


Finalmente, en 1982 este auténtico héroe terminó de construir un camino de 100 metros de largo y 10 de ancho, que todavía permite a la gente de medio centenar de pequeños pueblos alcanazar el hospital o la escuela recorriendo solo 5 kilómetros. El héroe que superó la palabra 'imposible' murió en 2007 víctima de un cáncer. RT.COM