Sólo quiero un aparato telefónico que sea 'movible' para poder llevarlo en el bolsillo - Josep María Espinàs.

A lo largo de los años he ido bastantes veces a varias poblaciones de Cataluña para hablar de algún libro que había publicado. Una vez terminado el acto, telefoneaba a casa para avisar que tardaría poco o mucho en volver. Esto se ha acabado. Ya no hace falta que pregunte dónde está el teléfono. Llevo un móvil en el bolsillo. Celebro esta simplificación tan práctica. Pero al mismo tiempo me excuso por no aprovechar todos los recursos que ofrece este invento. Todos los amigos y conocidos que tengo están movilizados, es decir, utilizan el móvil como herramienta útil para realizar operaciones matemáticas, para archivar nombres, para comprar y vender, para buscar destinos turísticos ...
Cuando hacía caminatas por el país, y sonaba inesperadamente mi teléfono sólo podía ser que hubiera un inquietante problema familiar. Al menos eso era lo que inmediatamente pensaba. ¿Qué puede pasar? Ahora ya me agobian bastante llamando al teléfono fijo para proponerme la renovación del baño o ofrecerme invertir en el futuro. Sospecho que desconocen la edad del desconocido.
Parece que todos los niños y todas las niñas tienen móvil y algunos los llevan a la escuela. La capacidad informativa de los móviles es admirable. Si antes se hablaba del primer cigarrillo que un chico había fumado, el primer móvil infantil es también una señal de incorporación a la sociedad. Yo tengo un móvil que ya es antiguo de capacidades limitadas, y si algún amigo lo coge y me dice: "¿Dónde vas con eso?», Le digo que yo sólo quiero un móvil que sea movible, como poder llevar un teléfono en el bolsillo. Intento defenderme con un punto de ironía: «Sí, me pierdo el segundo pisotón -el primero ya lo he recibido- de un chico que caminaba contra mí absorto en su móvil».
Según mi experiencia, lo primero que hacen cuatro clientes que se sientan en un restaurante es dejar los cuatro móviles encima de la mesa. Propongo una innovación gastronómica que puede tener mucho éxito: «Macarrones con acompañamiento de móviles». @jmespinas - elperiodico.cat.

Hace veinte años que tengo móvil, y desde el primer momento tuve claro que era un trasto para llamar y recibir llamadas, el resto de funciones ya no me interesan, es más, ahora cuando salgo de casa ya no llevo ni el móvil , tengo un reloj que compré en el mercadillo que hace la función y es más que suficiente, para llamar o recibir llamadas.

Y es que la telefonía en cuestión de no demasiados años ha cambiado y mucho. Hace un tiempo cuando en este país circulábamos por la vida con más calma, incluso con cierta indolencia, no había teléfonos móviles. Sí! amiguitos y amiguitas jóvenes que me estáis leyendo, no había, y no todo el mundo tenía uno fijo, ni en el rellano de un bloque de pisos como tenían en Barcelona en algunos edificios ...

Durante la posguerra y hasta más adelante, cuando en este país todavía no éramos 2.0 ni whatssapeábamos y otros futesas modernas, para llamar de Sabadell a Sant Feliu de Codines - por ejemplo - se tenía que descolgar el teléfono negro y pedir conferencia, (podían ser dos o tres horas) Entonces, se ponía la telefonista - Conchita se llamaba - y le pedías que te pusiera con el 42 (los teléfonos eran de dos dígitos), o directamente le pedías que te pusiera con el Dorsé que en este caso es con quien quería hablar a mi padre.
Conchita que una precursora de la Cía como ha destapado Snowden, escuchaba todas las conversaciones, y la prueba la tenemos en que un día el Santiago, mi padre no recordaba a qué hora había quedado al día siguiente con el Dorsé (mi tío), y como éste no contestaba se lo preguntó a Conchita: a las 9 de la mañana habéis ha quedado - le dijo -. sbd - 04/11/2016