“El Terrorismo obliga a cerrar el Primer Parlamento del mundo”, “Los diputados quedaron retenidos en el recinto varias horas por seguridad”. Con esos titulares abría la primera página de El País el jueves 23 de marzo.  En la página 3 se repetía “Terror en un templo de la democracia”. La crónica reiterativa decía que el ataque “golpeó ayer el centro de Londres.” Un agresor sembró el pánico junto al Parlamento y “forzó la suspensión de una sesión del histórico Parlamento británico”.  “La tarde en que se paró el corazón de Londres” “miles de turistas quedaron atrapados en sus calles y atracciones durante horas”.

El día antes del atentado de Londres, la llamada coalición internacional, liderada por EEUU, bombardeó la provincia siria de Al Raqa (noreste) causando la muerte de 33 personas. Estaban refugiadas en una escuela en Al Mansura. El mismo dia de los atentados de Londres, 230 personas, la mayoría civiles, perdieron la vida en ataques aéreos en un distrito controlado por el autodenominado Estado Islámico en un ataque de los norteamericanos porqué se suponia que habia un terrorista de ISIS en un tejado.
Son daños colaterales que pocos condenan ni reaccionan ni hace nada para detener estos crímenes, mientras que los medios de comunicación les dedican la atención justa y nunca en prime time. Porque ya sabemos que el peligro real de un presunto yihadista armado de un cuchillo que atropella peatones con un coche en Londres, es mucho mayor que los bombardeos de los ejércitos aliados de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Francia, España, Italia, y a esta noticia si que le dedican tiempo los informativos. 
Estamos ante un terrorismo informativo al servicio del poder que soslaya a unas víctimas y ensalza a otras, porqué hay muertos de primera y muertos de segunda, víctimas eso si de los daños colaterales.