La fina línea que separa la protección de la libertad de los ciudadanos está en juego tras la cadena de atentados yihadistas que ha sufrido Europa en los últimos años. Los gobiernos europeos intentan enfrentarse al terrorismo con medidas excepcionales que a menudo coartan la libertad de sus ciudadanos.
Tras los recientes atentados de Barcelona, ​​hay un riesgo evidente de adoptar medidas antiterroristas que tengan un efecto contrario al deseado, como ha ocurrido en otras partes, empezando por Irak de Saddam Hussein que desapareció con la invasión aliada a 2003. y no lo digo por los bolardos que es una discusión estéril y menor.
Después de los numerosos atentados de los últimos años, Europa camina más despistada que preocupada. Los atentados han puesto en alerta a los dirigentes europeos en más de una ocasión y se han adoptado medidas antiterroristas para todos los gustos, algunas de ellas claramente discriminatorias. Naturalmente, las autoridades han señalado que las mezquitas son lugares de culto donde en realidad se cuece el radicalismo islamista, lo que es cierto en algunos casos, pero por supuesto no puede justificar que las autoridades no den permiso para construir más. Naturalmente, el argumento de que las mezquitas son centros de radicalización es muy persuasivo, pero hay que recordar que los permisos para construir mezquitas no expedían antes de las olas yihadistas de los últimos años, lo que nos debería hacer preguntar si realmente somos nosotros los racistas y segregamos a los musulmanes en Europa, aunque cierto es que tampoco ellos hagan grandes esfuerzos para integrarse.

Es comprensible que los partidos de la derecha española, o de cualquier otro país europeo, se opongan a la construcción de mezquitas, pero los partidos de la izquierda también lo hacen. Es cierto que la izquierda y la religión no se mezclan, pero en este caso la izquierda debería tomar la bandera de los musulmanes que son discriminados diariamente de mil maneras diferentes, también con la prohibición de construir mezquitas. Además, en los últimos atentados en Europa los terroristas poco amigos eran de visitar la mezquita y si del flirteo con las drogas.

La reacción a los atentados yihadistas, señala un informe de Amnistía Internacional, está yendo en el Reino Unido mucho más lejos de lo que era admisible hace sólo algunos años. Permite que se deporten sospechosos aunque en sus países de origen haya riesgo de tortura o permite que se practiquen detenciones sin que se presenten cargos contra los sospechosos.
En Francia, donde también se han sufrido graves atentados yihadistas, el anterior presidente declaró el estado de emergencia, extendiendo los poderes de la policía hasta dejarlos fuera del control de los jueces. Y en España van por el mismo camino, deportando gente a escondidas, sin ninguna condición ni derechos ni responsabilidad de lo que les pueda pasar a su país de origen. El Estado de vigilancia del Gran Hermano del que George Orwell nos advirtió está bien vivo y goza de buena salud en la Europa de hoy.
Estamos pues ante una situación orwelliana y más que los Gobiernos europeos, depende de nosotros los ciudadanos que este estado de sitio se prolongue o aumente, para ellos, es la situación ideal, pues sus mentes pensantes también han leído Orwell, y saben lo que se hacen. Los ciudadanos europeos tenemos un problema.