AMABA AL GRAN MARIANO


La voz de la tele pantalla estaba vertiendo información sobre el discurso de Mariano a la nación, después de haber aplicado el artículo 155, un discurso sólido, coherente, de un gran estadista como es Mariano, alias M.Rajoy. El griterío exterior se había reducido un poco. Los carceleros habían vuelto al trabajo. Uno de ellos se acercó a él con una botella de ginebra. Winston Junqueras, sentado en medio de un sueño de bienaventuranza, ni se fijó que le estaban llenando de nuevo el vaso. Ya no se quejaba y gritaba entusiasmado. Había vuelto al Ministerio del Amor, se lo habían arreglado todo, tenía la cárcel asegurada y el alma blanca como la nieve.
Como no había sido capaz de darse cuenta de todo lo que había hecho Mariano por España, dos casos más de corrupción y obtiene la mayoría absoluta, ocho millones de Españoles no se pueden equivocar, al contrario, los otros otros se han equivocado, los que han votado opciones no corruptas, radicales y peligrosas para la salud del país.
Lo confesaba publicamente, aunque implicaba todos, rechazaba a los separatistas catalanes que lo habían engañado con sus falsedades acusando a un pobre Ministro del interior inocente, víctima de sus intrigas y manipulaciones, los podemitas que engañaban al pueblo mientras cobraban de Venezuela. A los arribistas de Ciudadanos y el guaperas del sociatas. Ah! si incluso a las dos de la tarde el Comisario Marhuenda ya sabía que sacarían 135 escaños, no preguntéis cómo lo sabía ..... ahora, todo había terminado, todo estaba en su lugar, todo estaba bien.
Más tarde estaba caminando por un pasillo revestido de azulejo blanco, tenía la sensación de caminar bajo los rayos del sol, con un policía nacional tras él en Estremera donde estaba por su bién. El fin de la crisis tanto tiempo esperada le entraba por el cerebro, de repente lo veía todo claro.
Levantó la mirada hacia aquel rostro enorme. Le había costado muchos años de aprender qué tipo de sonrisa escondía detrás esa cara amable de barba confundida, en quien no confiaba.¡Qué malentendido tan cruel e innecesario!. ¡Qué exilio tan terco como obstinado, lejos del pecho amoroso!. Dos lágrimas perfumadas de ginebra manaron a ambos lados de la nariz. Pero ahora ya estaba todo bien, todo era correcto, la lucha había terminado. Había obtenido la victoria sobre sí mismo. Amaba el Gran Mariano".

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente