LOS DOS ESTADOS DE CONCIENCIA


«Para comprender la diferencia entre los estados de conciencia, es necesario que volvamos al primero, que es el sueño. Este es un estado de conciencia totalmente subjetivo. El hombre queda sumido en sus sueños, y poco importa que conserve o no su recuerdo. Incluso en el caso de que algunas impresiones reales lleguen hasta el durmiente, como sonidos, voces, calor, frío y sensaciones de su propio cuerpo, sólo provocan en él imágenes fantásticas. Después el hombre se despierta. A primera vista, es un estado de conciencia completamente diferente. Puede moverse, hablar con otras personas, hacer proyectos, ver los peligros, evitarlos, y así sucesivamente. Parece razonable pensar que se encuentra en una situación mejor que cuando estaba durmiendo.
Pero si hurgamos un poco más adentro, si lanzamos una mirada a su mundo interior, a sus pensamientos, a las causas de sus acciones, comprenderemos que se encuentra casi en el mismo estado de cuando dormía. Incluso peor, porque, durante el sueño, permanece pasivo, lo que equivale a decir que no puede hacer nada. Por el contrario, en el estado de vigilia puede actuar continuamente, y el resultado de sus acciones repercutirá sobre él y sobre los que le rodean. Sin embargo, no se acuerda de sí mismo.
Es una máquina, todo le viene de fuera. No puede detener la corriente de sus ideas, no puede dominar su imaginación, sus emociones, su atención. Vive en el mundo subjetivo del "yo quiero", "yo no quiero", "eso me gusta", "eso me disgusta", "deseo" "no deseo", es decir, en un mundo hecho de lo que cree amar o no querer, desear o no desear. No ve el mundo real. Se lo esconde el muro de su imaginación. Vive en el sueño. Duerme. Y lo que llama su "conciencia lúcida" no es más que sueño ... y un sueño mucho más peligroso que el de la noche, en su cama.

Consideremos algunos acontecimientos de la vida de la Humanidad. Por ejemplo, la guerra. En este momento hay guerra. ¿Qué quiere decir esto? Significa que muchos millones de durmientes se esfuerzan en destruir muchos millones de durmientes. Lo que no harían, naturalmente, si despertaran. Todo lo que ocurre actualmente es debido a aquel sueño

«Estos dos estados de conciencia, sueño y vigilia, son igualmente subjetivos. Sólo empezando a acordarse de sí mismo puede el hombre realmente despertar. Entonces, toda la vida toma a su alrededor un sentido diferente. La ve como una vida de gente dormida, una vida de sueño. Todo lo que dice la gente, todo lo que hace, lo dice y lo hace en sueños. Nada de esto puede tener, pues, el menor valor. Sólo el despertar y el que conduce al despertar tiene un valor real»

¿Cuántas veces me has preguntado si sería posible evitar las guerras? Ciertamente, sería posible. Bastaría con que la gente despertara. Esto parece ser muy poco. Por el contrario, no hay nada más difícil, ya que el sueño es provocado y mantenido por vida ambiente, para todas las condiciones del ambiente. ¿Como despertar? ¿Como librarnos de ese sueño? Estas preguntas son las más importantes, las más vitales que puede formularse un hombre. Pero, antes de hacerlo, se deberá convencer del hecho mismo de su sueño. Y no le será posible convencerse más que tratando de despertarse. Cuando haya comprendido que no se acuerda de sí mismo y que el recuerdo de sí mismo significa un despertar hasta cierto punto, y cuando haya visto por experiencia lo difícil que es acordarse de sí mismo, comprenderá que el deseo de despertar no es suficiente para conseguirlo.

Hablando con mayor rigor, diremos que un hombre no puede despertar por sí mismo. Pero si veinte hombres convienen en que el primero de ellos que lo haga despertará a los demás, tienen ya una posibilidad de conseguirlo. Sin embargo, incluso esto es insuficiente, porque los veinte hombres pueden dormirse al mismo tiempo y soñar que se despiertan. Por tanto, no es suficiente. Se necesita más. Los veinte hombres deben estar vigilados por otro hombre que no esté dormido o que no se duerma tan fácilmente como los demás, o que se duerma conscientemente cuando sea posible, cuando no pueda resultar de ello ningún mal para él ni para los demás. Han encontrar este hombre y contratarlo para que los despierte e impida que vuelvan a caer en el sueño. Sin embargo, es imposible despertar.

»Es posible pensar durante un millar de años, es posible escribir bibliotecas enteras, inventar millones de teorías, y todo ello en pleno sueño, sin ninguna posibilidad de despertar. Por el contrario, estas teorías y estos libros escritos o fabricados por los durmientes, tendrán por único efecto arrastrar el sueño a otros hombres, y así sucesivamente.
»No hay nada nuevo en la idea de sueño. Casi desde la creación del mundo, se ha dicho a los hombres que estaban dormidos y que habían despertar. Cuántas veces por ejemplo, leemos en el Evangelio: "Despertad", "velad", "no os durmais". Incluso los discípulos de Cristo dormían en el huerto de Getsemaní, mientras su Maestro oraba por última vez. Con esto queda dicho todo. Pero, lo comprenden los hombres? Lo toman por una figura retórica, por una metáfora. No ven en absoluto que hay que tomarlo al pie de la letra. E incluso en esto es fácil comprender la razón. Deberían despertar un poco, o al menos intentarlo. Hablo en serio cuando digo que a menudo me han preguntado por qué los Evangelios no hablan nunca del sueño ... Y este se cita en todas sus páginas. Lo cual demuestra sencillamente que la gente lee el Evangelio durmiendo.»

«En términos generales, ¿qué hay para despertar a un hombre dormido? Hay una buena impresión. Pero, cuando el sueño es profundo, una sola impresión no es suficiente. Se requiere un largo periodo de impresiones incesantes. Por lo tanto, se necesita alguien que las produzca. Ya he dicho que el hombre deseoso de despertar debe contratar un ayudante que se encargue de sacudir durante mucho tiempo. Pero, ¿a quién puede contratar, si todo el mundo duerme? Toma a alguien para que le despierte, y éste a su vez se queda dormido. ¿Cuál puede ser su utilidad? En cuanto al hombre capaz de mantenerse realmente despierto, probablemente se negará a perder su tiempo despertando a los otros: puede tener otros trabajos mucho más importantes para él. - También existe la posibilidad de despertar por medios mecánicos. Se puede emplear un despertador -.

El problema es que uno se acostumbra pronto a los despertadores, de varios sonidos. El hombre debe rodearse materialmente de despertadores que le impidan dormir. Y aun en esto hay dificultades. El despertador debe ser montado; para ello es indispensable recordarse de él; para recordarse de él, hay que despertar. Pero he aquí lo peor: el hombre se acostumbra a todos los despertadores, y, al cabo de algún tiempo, aún duerme con ellos. Por lo tanto, hay que cambiar continuamente los despertadores, inventar otros nuevos. Con el tiempo, esto puede ayudar al hombre a despertar. Ahora bien, hay muy pocas probabilidades de que realice todo este trabajo de inventar, de montar y de cambiar todos los despertadores por sí mismo, sin ayuda exterior. Es mucho más probable que, comenzado su trabajo, no tarde en dormirse, y que, en su sueño, sueñe que inventa despertadores, que los monta y que los cambia ... y, como ya he dicho, con ello dormirá aún mejor.

Luego, para despertar, se requiere todo un conjunto de esfuerzos. Es indispensable que haya alguien que despierte al durmiente; es indispensable que haya alguien que vigile el encargado de despertar; debe haber despertadores, y hay que inventar constantemente nuevos.

Pero, para llevar a buen término esta empresa y obtener resultados de ella, varias personas deben trabajar juntas. Un hombre solo, nada puede hacer.

En primer lugar, tiene necesidad de ayuda. Un hombre solo no puede tener un ayudante. Los que son capaces de ayudar valoran su tiempo a muy alto precio. Naturalmente, prefieren ayudar a veinte o treinta personas deseosas de despertar, que a una sola. Además, como ya he dicho, el hombre puede muy bien equivocarse sobre su despertador, tomar por vigilia que no es más que un nuevo sueño. Si varias personas deciden luchar juntas contra el sueño, se despertarán mutuamente. A menudo pasará que veinte de ellas dormirán, pero la veinte se despertará y despertará a las otras. Lo mismo puede decirse de los despertadores. Un hombre inventará un despertador, otro hombre inventará otro, tras lo cual podrán hacer un intercambio. Todos juntos pueden prestar una gran ayuda, y, sin esta ayuda mutua, ninguno de ellos puede conseguir nada.

Así pues, el hombre que quiere despertar debe buscar otras personas que quieran lo mismo, con el fin de trabajar junto a ellas. Pero esto cuesta menos de decir que de hacer, porque la puesta en marcha de tal tarea y su organización requieren un conocimiento que el hombre corriente no posee. Debe organizar el trabajo, y debe haber un jefe. Sin estas condiciones, el trabajo no puede dar los resultados apetecidos, y todos los esfuerzos serán en vano. La gente podrá torturar; pero estas torturas no despertarán. Nada parece más difícil de comprender para. ciertas personas. Pueden ser capaces de grandes esfuerzos por sí mismas y por propia iniciativa, pero nada es capaz de persuadir que sus primeros sacrificios deben consistir en obedecer a otra persona. No quieren reconocer que todos sus sacrificios, en este caso, no sirven para nada.

El trabajo debe ser organizado. Y sólo puede serlo por un hombre que conozca sus problemas, que conozca sus métodos, por haber pasado él mismo, en su tiempo, para trabajo organizado.

PALABRAS DE GURDJIEFF

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