En la plaza de Jemaa el Fna, en Marrakech hay hombres mayores que cuentan historias cada atardecer o por la noche. Esta es una de ellas, sacada del libro seducciones de Marrakech de Josep Piera. Premio San Juan 1996. 

"Esto era un bereber que tenía una venderia, una parada de frutas, a la entrada de un mercado, justo al lado de la carretera. Era todo lo que tenía para ganarse la vida. Va, y un mal día un camión, conducido por un chofer inexperto, al retroceder con una maniobra torpe, se le echó encima, se lo rompió todo y le lanzó la fruta en el suelo, para alimento de animales y rapiña de chiquillería. Enseguida llegó la policía. Un policía empezó a hacer preguntas, sacó papeles y le dijo al vendedor: "no os preocupéis, ahora me dais cincuenta dirhams y escribiré en este papel que el camionero tiene la culpa, que se le ha echado encima y le ha dañado la mercancía. "El bereber sacó los cincuenta dirhams y se los dio al policía. El policía se puso a escribir cuatro líneas. El bereber se lo miraba preocupado. Entonces, el otro policía (la policía siempre va en parejas) dijo al compañero, con disimulo: "Hombre, ya puestos, pídele cien dirhams y nos los repartimos, cincuenta para cada uno." El primer policía volvió a hablar con el vendedor bereber: "Mirad, me dais cincuenta más, y os escribiré que el del camión es el culpable, que es él quien tiene que pagar todos los daños y que vos debeis cobrar los perjuicios.... 

Los bereberes son famosos por lo mucho que les gusta el dinero, dicen que las aprovechan todas. Los ojos se le encendieron al vendedor de frutas. El pobre lo había perdido todo, todo, todo lo que tenía para ganarse la vida. "Devuélvame los cincuenta dirhams que le he dado", rogó el viejo. El policía pensó que le pedía el billete por falta de cambio, y que iba a darle otro de cien dirhams. Se lo devolvió. Cuando el bereber, sin embargo, tuvo el billete en el bolsillo, soltó al policía: "Ahora, si queréis, podéis escribir que he sido yo mismo quien ha atropellado al camión"