Ayer para celebrar el día del trabajador, no salí de casa en todo el día por culpa de un resfriado de aquellos tan molestos. Obviamente mi mujer nunca ha tenido un resfriado como este, ya se sabe de viejo, que los resfriados de los hombres son mucho peores que los de las mujeres. Y, como me aburría y con los ojos llorosos no tenía ganas de leer, después de comer, me tomé un café (bueno, un Nespresso) y un poco de Whisqui que dice Santiago mi padre que es bueno para la circulación y heché la siesta 'comme il faut' pero sin orinal.
Puse en marcha el portátil, pero no tenía ganas de escribir nada. Fuí cambiado de canal. No hacían nada bueno, Primero he visto una película muy mala TRANSFORMERS 3, infumable, pero luego en la segunda de Televisión española acababa de empezar una película que, a pesar de ser un poco azucarada y protagonizada por Robin Williams que no es precisamente santo de mi devoción, tenía algún interés y se dejaba ver. Williams es Andrew, un robot bicentenario, este es precisamente el título de la película: 'el hombre bicentenario'. Ahora no os contaré la película, que muchos ya habréis visto, aquí os dejo un enlace del cuento original de Isaac Assimov para quienes no lo hayáis leido.
Lo que más me interesado de la película es la renuncia a la eternidad de Andrew y en cierto modo de su compañera, una maravillosa Embeth Davidtz; envejecer es terrible, pero no envejecer, vivir eternamente debe hacerse insoportable.