Ahora que se acaban las vacaciones donde los que pueden se han ido o irán por los lugares a descansar - dicen -, quisiera hablar de un aspecto bastante molesto, una costumbre que no hay manera se pierda y que se debería erradicar. Me refiero a la costumbre de llevar baratijas de recuerdo a los familiares y/o amigos cuando se vuelve de vacaciones vayas donde vayas. Vendría a ser como la quincalla que los blancos les daban a los indígenas cuando les dio por conocer mundo y de paso invadir países, quincalla que hay que decir - según dicen - era a cambio de preciados tesoros, o al menos eso nos explicaban las películas americanas al uso.
Con el tiempo las cosas han cambiado y ahora son los indígenas los que estas baratijas en lugar de recibirlas a ellos, se las venden a los intrépidos turistas que los visitan - salacot en la cabeza - las venden a buen precio, eso si, y estos, cargados como burros de trabajo regresan de manera que más que de vacaciones parece que vengan del mercado semanal del pueblo de turno.
Es relativamente fácil si estás en las llegadas de un aeropuerto saber de dónde viene el personal, obviamente. Mallorca y Santiago de Compostela serian lo más evidentes, después vendrían los de Marruecos con sus lámparas de pie, etc. Se debería procurar abolir esta costumbre ancestral (de hace cuatro días) de llevar un regalito buhonero a familiares y/o amigos, la gente no sabe dónde ponerlo y molesta, y el trabajo que tienes en poner y quitar cosas según quien te venga de visita, o aquel objeto horroroso que te ha regalado un familiar cercano y no tienes más remedio que tenerlo expuesto permanentemente para oprobio de tu sentido estético.
Luego pasa también que te compras en Yaiza como es mi caso, un sombrero de Panamá Jack (imitación) y no te atreves a ponértelo aquí, y el mojo picón que tanto te gustaba allí queda en un rincón de la despensa y continuas con el alioli, pero esta sería ya otra historia, como la de tener que tragarse tres mil fotos o vídeos interminables de unas vacaciones que ni te van ni te vienen de algunos amigos, conocidos o saludados.
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En casa ya hemos dejado de llevar baratijas cuando volvemos de vacaciones y no ha habido ningún problema, ni nadie se ha quejado.
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