Hace años que he llegado. Me revuelco en el vestigio, o la ceniza, mientras busco algún refugio hacia el ocaso. Me parece que el sonido es más cercano ahora… una descarga, un salar extenso y anegado. Mis bolsillos aún contienen explosivos y su cuerpo anestesiado se aglutina y persevera entre mis brazos. Buscamos la otra puerta, el indicio oculto tras el páramo invisible. Sólo emplazo la intuición y el sombrío canto de unos versos. Sólo oculto una palabra entre las flechas del papel: un antiguo mapa requisado en la ciudad, como el premio de un esfuerzo, más que un sortilegio o una duda. La recuesto sobre mí, junto al fuego. De sus manos brotan uñas, vellos, piel rasgada. Tuerce un gesto y beso cada parte de su cuerpo. Es la despedida o el anuncio hacia el origen. Es la muerte que persigue, o la eterna vida, junto al río de las cruces, sin caudal.
Aciro Luménics en a ultranza, 1969
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