Un británico compró un iPad para su hija, al abrir la caja en su lugar había un pegote de arcilla. Colin Marsh, británico de 47 años, quería hacerle un buen regalo a su hija de 10 y decidió comprarle un iPad de Apple. Por eso fue al conocido centro comercial en el Reino Unido, Tesco y lo adquirió por 470 libras (unos 560 euros).

Todo parecía perfecto hasta que la niña abrió la caja y vio que dentro no había ningún iPad y en su lugar sólo había un poco útil pegote de arcilla. Y aquí comienza lo que me ha preocupado de la noticia. El padre de la niña fue a Tesco a informar de lo que le había sucedido y a exigir que o bien le devolvieran el dinero o bien le dieran un iPad de verdad, y no el pegote de arcilla.

Pero en el centro comercial no estaban por la labor y le informaron que deberían abrir una investigación y luego ya decidirían qué hacer. Sin embargo , los hechos transcurrieron de manera muy diferente. Colin recibió una llamada de la policía para que fuera a la comisaría, él pensó que era para dar su versión de los hechos pero no era así: quedó detenido por intentar engañar Tesco. Al parecer los del hipermercado pensaron que quería obtener otra tableta gratis y que él mismo se había quedado con ella.

Afortunadamente para el hombre, se comprobó que la tableta había sido activada con otro nombre en Gales hacía dos meses, por lo que Colin quedó en libertad y tanto Tesco como la Policía lamentaron los hechos, y finalmente le devolvieron dinero.

O sea, que un inocente fue detenido sin ninguna prueba inculpatoria, simplemente porque los de Tesco pensaron que los quería engañar. Quizás antes de enviar a comisaría para ser detenido a un cliente suyo, hubieran podido haber hecho antes la comprobación y darse cuenta que el iPad estaba ya activado en Gales.

O sea, que en un País supuestamente democrático y donde en principio debería estar garantizada la libertad de sus ciudadanos, por una simple sospecha de un supermercado que pretende entre otras cosas escanear la cara de sus clientes sin su permiso para ver que les puede vender, un cliente inocente, que de hecho, ha sido estafado por este supermercado, puede ir al calabozo, sin que se le respete la presunción de inocencia, ni la policía investigue primero los hechos.

No sé vosotros, pero esta historia podría ser perfectamente un cuento de los que escribía Kafka.