No lo siento del todo mío mi tiempo, digamos que no acabo de encajar en él, de acertar con el ajuste adecuado y hay demasiadas cosas que no entiendo. Y aquí estoy recluido en mi trinchera, haciendo tareas variadas con cierto desconcierto propio - supongo - de quien no sabe bien ni de dónde viene ni a dónde pretende ir, perdido en medio de mis vacilaciones, consciente de las carencias y servidumbres, preocupado por el inexorable paso del tiempo, sin encontrar respuestas a preguntas que me hago hace ya demasiado, y a pesar de estar atento, despierto, no oigo voces lúcidas que me lleven a puerto, y me rebelo pues se que están pero no las encuentro, quizá porque no hay faros para los hombres de tierra o porque ha llegado la hora de salir del escondite y enfrentarse a los propios miedos sin vacilar.


ATERIDO

Aterido de un frío íntimo
de aquél que no se va,
que te rodea de repente
al tener conciencia que eres
un ser frágil, desamparado,
inerme ante la vejez
y la proximidad de la muerte.
Una criatura esparcida
dentro de un campo circular
abandonado a la própia suerte
y a los avatares del destino.
Ignorante y asustado
cualquier noche de verano
bajo un cielo estrellado,
que te recuerda eres nada
- sólo -
una simple y ridícula aguja
perdida en alguna parte
de un infinito pajar.

*