EL AUTOBÚS QUE PASA UNA VEZ AL AÑO


Hay historias o situaciones realmente curiosas, por no decir surrealistas o absurdas, esta que cuentan en el periódico de hoy, és una de ellas.

"El lunes pasado algo extraordinario tuvo lugar en el pequeño pueblo de la Torre d’Oristà (Osona): pasó el autobús. La última vez que ocurrió semejante fenómeno fue hace justamente un año, también el primer lunes de marzo, y de hecho, si se echa la vista atrás, resulta que así ha ocurrido al menos durante los últimos 10 años: el día señalado, por la recta de medio kilómetro que se aleja del pueblo en dirección al norte, un autobús de 16 plazas asoma la nariz poco antes de las nueve y se estaciona junto a la parada como si cualquier cosa, con la misma indolencia que mostraría si se presentara cada día, como si fuera un servicio normal. Pero está lejos de serlo: los restantes 364 días del año el pueblo no dispone de transporte público.

A los vecinos no les dice ni fu ni fa: como el acontecimiento extraordinario que es podrían celebrarlo con una recepción a lo grande, con una banda de música, podrían instituir la Fiesta del Autobús, podrían reírse de su suerte, pero se impone lo práctico: como solo pasa una vez al año, nadie espera en la parada y el transporte se marcha siempre como llegó, vacío. “Un autobús que pasa una vez al año no soluciona nada”, dice Jordi Freixa, nacido en el pueblo y periodista del diario comarcal 'La Rella', en cuyas páginas ya denunció la situación. Hay gente en el pueblo que ni sabe que existe el servicio, y circula una historia según la cual una vecina quiso subir al autobús uno de esos lunes, hace unos años, simplemente para probar qué se sentía, pero ese día justamente habían cambiado el horario sin avisar. El autobús pasó por la tarde.

Al volante del vehículo se pone desde hace seis años Miquel Palacios, un personaje jovial que resume de esta manera su exquisita misión: “Vengo, doy vueltas durante tres horas y me voy”. Palacios sale temprano de Prats de Lluçanès, conduce hasta la Torre d’Oristà, luego de nuevo a Prats, luego a Sant Feliú Saserra, de nuevo a la Torre, luego a Sant Feliu, luego a Prats… Y así durante tres horas. “Nunca sube nadie. La gente, cuando no tiene transporte diario, se busca la vida”. Un autobús al año no soluciona nada y todos en la región se mueven en coche: los abuelos, cuando ya no tienen edad para conducir, encuentran siempre quien los lleve y los traiga, y los jóvenes en cuanto cumplen 18 se sacan el carnet, de modo que en cada casa suele haber tantos coches como adultos en edad de conducir. “Hay un coche por carnet”, dice Freixa. Así es, así funciona, así ha sido siempre. El primer lunes de marzo Palacios enciende el motor de su autobús sabiendo que nadie lo espera en ninguna parte, y que como cada año se detendrá en cada pueblo a esperar nada; que pase el tiempo, simplemente. La definición de lo inútil. A modo de consuelo, la región le obsequia una y otra vez con sus magníficos paisajes.

El disparatado caso de La Torre d’Oristà es el más extremo, el más sangrante, pero hay más, siempre en zonas rurales. De Castellterçol a Granera (Moianès), por ejemplo, hay autobús una vez a la semana, los sábados; de Calaf a Tarroja (Segarra), igual. De Sant Celoni a Santa Fe del Montseny (Vallès Oriental) hay un autobús cada año, en junio, pero al menos es día de 'aplec'. Como explica Arnau Comajoan, el lector que advirtió de la situación en La Torre a través de una carta a la sección Entre Todos de este diario, «casos insólitos como este son una realidad de nuestro sistema de transporte público».
¿Cuál es la razón de existir de un autobús que pasa solo una vez al año? “Hacemos lo que la concesión dice que hagamos”, dice una portavoz de Sagalés, la empresa responsable. La concesión establece que la condición para mantener la línea es prestar el servicio una vez al año, y la empresa cumple rigurosamente porque, quién sabe, igual de aquí a un tiempo se convierte en una línea rentable, hay demanda, se instala una multinacional en La Torre d’Oristà, se crea trabajo, el pueblo se convierte en un polo de desarrollo, se multiplica la población. Quién sabe. De momento, prevalece el absurdo, y los vecinos están tan acostumbrados que ni se quejan. “Somos gente pacífica”, dice Asunció Agustí, dueña de uno de los bares del pueblo. Palacios, el conductor, lo formula de esta forma: “Si ahora pusieran la ruta una vez al día y se subieran dos personas, solo dos personas, la cena corre por mi cuenta”.

UN DÍA ESPECIAL

El autobús ni siquiera pasa en día de mercado, que tendría alguna lógica. ¿El primer lunes de marzo? ¿Por qué no en Navidad, el lunes de Pascua, en Sant Joan? Ni el conductor lo sabe. A alguien debió sonarle bien. En cualquier caso, es oficial: está consignado en los horarios de la empresa. “Primer lunes de marzo”, pone, aunque suene a chiste. “La verdad es que no tiene sentido”, admite el alcalde, Marc Sucarrats.

El pasado lunes volvió a pasar el bus, pero fue un día especial. Algunos vecinos se habían enterado el día anterior y habían decidido salir de excursión. “Nunca había visto tanta gente”, exclamó Palacios. “¡Igual me suben el sueldo!” - ELPERIÓDICO.COM

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