En una secuencia brutal de La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, Alex se encuentra con varios de sus antiguos compañeros, los drugos, reciclados en policías, los cuales le meten una paliza terrible, después están a punto de ahogarlo en un abrevadero y por último lo abandonan medio muerto en mitad de la campiña. No es algo muy distinto a lo que hacían antes, cuando eran amigos íntimos y se juntaban para repartir estopa a mendigos, señoras bien y transeúntes en general. Tampoco muy distinto a lo que se hacían entre ellos, cuando no encontraban un pringado al que reventar o aquel día en que simplemente a uno de ellos -Alex precisamente- se le cruzaban los cables y se quedaba solo a base de hostias. La diferencia ahora es que sus amigos, los mismos bestias de siempre, llevan uniforme, han encontrado una utilidad social a sus habilidades y trabajan para el gobierno.

Ni los policías nacen con porra, ni los jueces con toga, ni los soldados con el fusil al hombro.Por eso, desde siempre, los gobiernos se esfuerzan por encontrar a los mejores profesionales en su ramo con el fin de reclutarlos y que sirvan en interés del bien común. Que normalmente, casi nunca es común y pocas veces bien, pero ésa es otra historia. De ahí que el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, haya tomado la dimisión del fiscal jefe Anticorrupción, Manuel Moix, como un disparate. “He podido constatar de manera absoluta que no hay ninguna irregularidad ni ilegalidad en su comportamiento”. Resulta de lo más normal que el nombre de Manuel Moix apareciera en varios pinchazos telefónicos del caso Lezo y también en una conversación mafiosa entre Eduardo Zaplana e Ignacio González recomendándolo como el hombre idóneo para tratar casos de corrupción.

La fiscalía estaba tan infiltrada en la trama de dinero negro que infecta la Comunidad de Madrid que allí ya no hay manera de distinguir el crimen de la ley. Moix había logrado la tapadera perfecta, ganarse la confianza de González y su banda de conseguidores, pero cuando estaba a punto de destapar todo el tinglado, vino la prensa a joderlo todo. Era como Viggo Mortensen en Promesas del este, un topo dentro de la mafia rusa tan bien caracterizado que hasta se había tatuado Guerra y paz en el lomo. Aun así, cada vez que veo la película, me sigo sorprendiendo igual al descubrir que Mortensen es de los buenos sólo porque lo exige el guión.

Otro tanto ocurre con el 25% de esa empresa offshore que Moix tenía en Panamá desde hace 5 años. Pero hombre, ¿cómo diablos queremos que un fiscal Anticorrupción conozca la corrupción si no es de primera mano, eh? Moix tenía que estar curtido en esas lides para irse haciendo la mano y luego actuar en consecuencia. Los piratas de los viejos tiempos estudiaban la carrera por libre, hundiendo galeones a discreción, hasta que adquirían renombre suficiente para que los contratara el estado y así se estrenaban de corsarios cum laude. En El Caribe, normalmente. Muy cerca de Panamá. - 

Punto de fisión - David Torres - La fiscalía mecánica - publico.es