Un fantasma recorre España, es el fantasma del populismo. La popular y contundente reacción ciudadana contra la sentencia por el caso de la agresión sexual protagonizada por la Manada es todo un síntoma de este clima. De pronto, cansada, la gente ha dicho basta. La opinión pública ha querido hacer oír su voz contra los jueces de la Audiencia de Navarra que no consideraron violación la agresión sufrida por la joven en Pamplona. A los pocos minutos las redes fueron caldo de cultivo de la indignación, la gota de la sentencia había colmado el vaso de la paciencia ciudadana y al cabo de pocas horas ya había concentraciones en las calles contra la decisión de los jueces. El Gobierno, ante lo que se le venía encima, se puso la venda antes que la herida y anunció cambios en el Código Penal. No hubo tiempo para hacer matices como recordar que el sistema judicial español es garantista y admite la posibilidad de los recursos de manera que la decisión de los tribunales navarros puede ser subsanada por el Tribunal Superior de Justicia. La respuesta ciudadana de rechazo fue de tal magnitud que se acabó generalizando en denigrar el funcionamiento de la justicia en España y las dudas sobre el Estado de Derecho.
Llueve sobre mojado. Siendo casos diferentes, la respuesta ciudadana al conflicto de las pensiones ha adquirido el mismo matiz y la calle se ha llenado de protestas masivas. Las concentraciones vividas el 8 de marzo por la situación de discriminación de la mujer siguen el mismo hilo. Hay un profundo malestar de cómo están funcionando las cosas, y ojo, que estas concentraciones del 8 de marzo son sólo la punta del iceberg, las mujeres han dicho basta y nada las detendrá.
La situación se agrava por culpa de los escándalos de corrupción que provocan que el malestar se multiplique y entonces se genera una desafección contra el sistema. Es lo que ha pasado con la crisis de la sentencia de la Manada que pone en duda la capacidad del sistema judicial, y en el ámbito catalán, muchos ciudadanos hace tiempo que dudan del poder judicial, por el devenir de los casos que afectan a los consellers i conselleres implicados en el Proceso i a los dos Jordis, a lo que habría que sumar los jóvenes de los incidentes de Altsasu.

El problema es que este malestar absolutamente lógico es un terreno abonado para los populismos que se benefician sin necesidad de aportar soluciones a los problemas. Ciudadanos y Podemos sólo deben engancharse al discurso crítico de la mayoría. Es cierto que el PP se ve afectado por los casos de corrupción, pero sobre todo, por la pésima administración de los mismos como el caso Cifuentes ha evidenciado, lo que facilita la tarea de oposición. Queda todavía mucho tiempo para las elecciones pero existe la sensación de que Ciudadanos puede ganar por incomparecencia del adversario. Y es que, aparte de los problemas mencionados de los populares, los socialistas siguen perdidos en su desierto particular y Podemos vive una crisis interna profunda. Así, sin necesidad de hacer mucho más, Ciudadanos puede recoger el descontento de este clima de malestar latente en la sociedad y erigirse en alternativa de todo lo que va mal. Es la misma estrategia con la que otros populismos han llegado al poder a la vieja Europa. Rivera sabe leer la situación y sabe que tiene vía libre, que alguien lo detenga por su propio bien y el nuestro.