Las calles de Madrid fueron escenario el domingo del grito de auxilio desesperado de la sociedad rural que agoniza. Una buena parte del territorio español sufre una grave y creciente despoblación que, a estas alturas, en numerosos pueblos es ya irreversible. Esto constituye un problema de Estado para el que nadie, hasta ahora, ha aportado soluciones. Por este motivo más de 50.000 personas procedentes de veintidós provincias, bajo el lema "La revuelta de la España vacía", hayan pedido medidas urgentes para revertir la situación y avanzar hacia un mayor equilibrio poblacional, lo explican en la vanguardia.
La tendencia de la población a concentrarse en las grandes ciudades es una tendencia no sólo española sino mundial, pero esto es un desequilibrio que hay que combatir. ¿Cómo hacerlo? Aquí está la dificultad. En la manifestación de ayer se reclamaron más comunicaciones y mejores servicios, tanto médicos como educativos, para garantizar la igualdad de oportunidades del medio rural, así como una política de inversiones para favorecer nuevas actividades económicas que eviten la marcha de los jóvenes en las ciudades. Entre ellas podrían situar la industria agroalimentaria ecológica y de calidad, el turismo rural y las derivadas del teletrabajo y del acceso al conocimiento global que permite internet. Pero también la solución a la despoblación debe salir de la población urbana con propuestas innovadoras como la custodia del territorio, las ecoaldeas, los movimientos ecologistas y las asociaciones en defensa de los oficios tradicionales y del paisaje, entre otros. En suma, el pacto de Estado para frenar la despoblación de amplias extensiones del territorio español que facilite las medidas económicas y sociales necesarias debería ir acompañado de un profundo cambio cultural en el conjunto de la sociedad que ponga en valor de nuevo el mundo rural como alternativa de vida equilibrada y saludable.
Quizá es demasiado tarde, la comodidad de la vida urbana es difícil de abandonar, y vivir en medios rurales, puede parecer muy bucólico pero tiene una serie de dificultades, que son las que han provocado precisamente este vaciamiento en detrimento del aumento de población en las àreas urbanas. De hecho, es una cuestión de concepto, de cambio de mentalidad, ya que de la misma manera que un ciudadano puede tardar una hora o más en llegar a su puesto de trabajo en una gran ciudad, este es el tiempo que podría tardar en muchas zonas rurales para ir a su trabajo, o simplemente, puede cambiar de puesto de trabajo, de manera de vivir, de hecho, se puede prescindir de muchas de las comodidades que da la vida urbana y no morir en el intento. No hay que olvidar que las raíces de la actual civilización vienen de cuando el hombre dejó de ser nómada y arraigó en la tierra.
Esta noticia, me ha recordado una compañera de trabajo de mi mujer. Ella y su marido se quedaron sin trabajo (de esto hace ya unos veinte años), entonces capitalizaron el paro y se fueron con los niños aún pequeños a un pueblo del pirineo a hacer vida de campo. Alquilaron una casa y compraron unas cuantas cabras. La idea era hacer queso y venderlo a los visitantes del pueblo los fines de semana. Pero la cosa no terminó de ir bien; las cabras que eran de Córdoba, con el frío del invierno se volvían moradas e incluso temblaban, y el queso que hacía ella, el primer día lo dieron a probar al gato que se pasó tres días con descomposición estomacal y no hubo manera que nunca más los probara, ni el gato ni ellos. En resumen, que la aventura bucólico-campesina duró un año, al término del cual volvieron a Sabadell, y es que la vida del campo no es nada fácil, al contrario, es dura, muy dura. Sólo es un caso, pero si la prueba de que no es fácil la vida rural. Otra cosa sería ubicar inmigrantes en pueblos abandonados para qué vivieran de la tierra que pudieran cultivar y del ganado que mantuvieran para consumo propio, con ayudas iniciales por parte de la administración al principio, pero lo que me pregunto es si habría muchos interesados en esta propuesta .
La tendencia de la población a concentrarse en las grandes ciudades es una tendencia no sólo española sino mundial, pero esto es un desequilibrio que hay que combatir. ¿Cómo hacerlo? Aquí está la dificultad. En la manifestación de ayer se reclamaron más comunicaciones y mejores servicios, tanto médicos como educativos, para garantizar la igualdad de oportunidades del medio rural, así como una política de inversiones para favorecer nuevas actividades económicas que eviten la marcha de los jóvenes en las ciudades. Entre ellas podrían situar la industria agroalimentaria ecológica y de calidad, el turismo rural y las derivadas del teletrabajo y del acceso al conocimiento global que permite internet. Pero también la solución a la despoblación debe salir de la población urbana con propuestas innovadoras como la custodia del territorio, las ecoaldeas, los movimientos ecologistas y las asociaciones en defensa de los oficios tradicionales y del paisaje, entre otros. En suma, el pacto de Estado para frenar la despoblación de amplias extensiones del territorio español que facilite las medidas económicas y sociales necesarias debería ir acompañado de un profundo cambio cultural en el conjunto de la sociedad que ponga en valor de nuevo el mundo rural como alternativa de vida equilibrada y saludable.
Quizá es demasiado tarde, la comodidad de la vida urbana es difícil de abandonar, y vivir en medios rurales, puede parecer muy bucólico pero tiene una serie de dificultades, que son las que han provocado precisamente este vaciamiento en detrimento del aumento de población en las àreas urbanas. De hecho, es una cuestión de concepto, de cambio de mentalidad, ya que de la misma manera que un ciudadano puede tardar una hora o más en llegar a su puesto de trabajo en una gran ciudad, este es el tiempo que podría tardar en muchas zonas rurales para ir a su trabajo, o simplemente, puede cambiar de puesto de trabajo, de manera de vivir, de hecho, se puede prescindir de muchas de las comodidades que da la vida urbana y no morir en el intento. No hay que olvidar que las raíces de la actual civilización vienen de cuando el hombre dejó de ser nómada y arraigó en la tierra.
Esta noticia, me ha recordado una compañera de trabajo de mi mujer. Ella y su marido se quedaron sin trabajo (de esto hace ya unos veinte años), entonces capitalizaron el paro y se fueron con los niños aún pequeños a un pueblo del pirineo a hacer vida de campo. Alquilaron una casa y compraron unas cuantas cabras. La idea era hacer queso y venderlo a los visitantes del pueblo los fines de semana. Pero la cosa no terminó de ir bien; las cabras que eran de Córdoba, con el frío del invierno se volvían moradas e incluso temblaban, y el queso que hacía ella, el primer día lo dieron a probar al gato que se pasó tres días con descomposición estomacal y no hubo manera que nunca más los probara, ni el gato ni ellos. En resumen, que la aventura bucólico-campesina duró un año, al término del cual volvieron a Sabadell, y es que la vida del campo no es nada fácil, al contrario, es dura, muy dura. Sólo es un caso, pero si la prueba de que no es fácil la vida rural. Otra cosa sería ubicar inmigrantes en pueblos abandonados para qué vivieran de la tierra que pudieran cultivar y del ganado que mantuvieran para consumo propio, con ayudas iniciales por parte de la administración al principio, pero lo que me pregunto es si habría muchos interesados en esta propuesta .
Aqui encontraréis un análisis muy interesante sobre la 'España vacía' a raíz de la novela de Sergio del Molino.
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