En 1990, el Parlamento británico aprobó, alentado por Bruselas, una ley que permitía la desregulación de la industria audiovisual, a fin de promocionar una mayor competición en un área tan dinámica como compleja. Era parecida a la Ley de Televisión Privada aprobada por el Gobierno español dos años antes. La aprobación de estas leyes marcó de forma súbita, en ambos países, un antes y un después, aunque no siempre por el bien del periodismo.
Hacía tiempo que ya había comenzado el declive del reportero que se degasta la suela de sus zapatos recorriendo las calles detrás de una buena historia. Cada vez había menos gente dispuesta a hablar con un periodista que no estuviera acompañado de una cámara de televisión. La competición era tan brutal, que de pronto se daba más importancia a los ratings que a la profesionalidad de los reporteros, lo que se tradujo en un bajón de calidad debido, en gran medida, a una nueva tendencia conocida como dumbing down, es decir, simplificar la noticia para que sea más fácilmente digerible por las masas.

El caso del ‘Número Tres’
Fundada en el 1993, Carlton Television se lanzó desde el primer día a hacerse con un pedazo de un mercado en plena ebullición. A sabiendas de que no lo iba a tener nada fácil, se vio obligada a emplear cualquier treta para maximizar su share de audiencia. En 1997 emitió The connection, un reportaje de Marc de Beaufort sobre los carteles colombianos de la droga en el que sale una entrevista a uno de los jefazos del cartel de Cali conocido como “Número Tres”. O sea, un exclusivo de narices.
El reportaje no sólo gozó de bastante éxito sino que fue merecedor de un premio. Y todo era júbilo y alegría hasta que un equipo de investigación de The Guardian descubrió que el tal “Número Tres” ya estaba muerto antes de que se iniciara el rodaje, o que el falso entrevistado no era sino un empleado de banca jubilado que apenas si tenía vínculos con el cartel.
Carlton no tardó en darse cuenta de que la Ley de Televisión británica iba acompañada de una Comisión oficial independiente dotada con poderes para imponer multas o, en casos extremos, revocar una licencia. Y ya podía ponerse a temblar, porque, poco después, The Guardian volvió al ataque. Esta vez se trataba de Dentro de la Cuba de Castro, otro reportaje -también premiado- de Carlton. El entrevistado de excepción en esta ocasión fue el mismísimo Fidel Castro, y el entrevistador, director de la cinta y responsable de semejante proeza periodística era, ya lo han adivinado, Marc de Beaufort.
¿Cómo lo hizo? Pues pegando secuencias filmadas de archivo que le proporcionaba un cámara cercano al Comandante. Ni que decir tiene que la Commision no tuvo piedad de Carlton: le impuso una multa de dos millones de libras. En cuanto a Marc de Beaufort, éste, aún preso de los encantos de Colombia, rodó en el 2002 un largometraje titulado Las vidas privadas de Pablo Escobar. Ahí es nada. - John William Wilkinson - lavanguardia.