Smoke es una película dirigida por Wayne Wang y Paul Auster con guión de este último basado en un cuento corto suyo de 1990 para The New York Times. La acción transcurre durante el verano de 1987, el estanco de Auggie Wren (Harvey Keitel) en Brooklyn es el centro de las curiosas historias cruzadas que viven los personajes que frecuentan el establecimiento. Auggie tiene afición por la Fotografía, y cada día a la misma hora exacta hace una foto de lo que pasa delante de su estanco. Paul Benjamin (William Hurt), uno de sus clientes habituales, es un escritor que está atravesando una crisis personal y, de rebote, creativa. Augie le enseña un álbum con las fotos a Benjamin, y éste le dice: pero si son todas iguales. ¡No! le contesta Auggie, ninguna de las fotografías es igual, todas son únicas, no sale el sol igual cada día ni hay la misma intensidad de luz. Cada una de las fotografías es diferente, todas y cada una de ellas son diferentes las unas de las otras.
Tiene razón Augie y dice poco a favor del escritor que debería haberse dado cuenta, del mismo modo que ninguna fotografía es igual, ningún día es igual, incluso dentro del día de la marmota en que se supone que estamos viviendo los confinados. Hoy no ha sido igual que ayer, ni lo será que mañana. Pasa esto también con los cuadros, nunca son iguales, cada vez que los miras ves algo diferente de la mirada anterior y por tanto de la posterior. Pues bien, con el confinamiento pasa, o debería pasar lo mismo, ningún día, aunque lo parezca es igual, y tampoco hay que poner excesiva imaginación para superarlo, ni hacer pan, pasteles, gimnasia ni magnesia, que hay gente que ha perdido un poco el tino por un exceso de actividades extra normales en su casa. Teniendo en cuenta que esto del confinamiento va para largo y todavía nos queda uno mes como mínimo, hay que tomárselo con calma, y no hace falta pues preocuparse ni angustiarse demasiado, al fin y al cabo, como decía Adam Driver en otra película: 'los muertos no mueren', esto acabará mal, y lo sabemos porque como Driver, nos hemos leído todo el guión.
Tiene razón Augie y dice poco a favor del escritor que debería haberse dado cuenta, del mismo modo que ninguna fotografía es igual, ningún día es igual, incluso dentro del día de la marmota en que se supone que estamos viviendo los confinados. Hoy no ha sido igual que ayer, ni lo será que mañana. Pasa esto también con los cuadros, nunca son iguales, cada vez que los miras ves algo diferente de la mirada anterior y por tanto de la posterior. Pues bien, con el confinamiento pasa, o debería pasar lo mismo, ningún día, aunque lo parezca es igual, y tampoco hay que poner excesiva imaginación para superarlo, ni hacer pan, pasteles, gimnasia ni magnesia, que hay gente que ha perdido un poco el tino por un exceso de actividades extra normales en su casa. Teniendo en cuenta que esto del confinamiento va para largo y todavía nos queda uno mes como mínimo, hay que tomárselo con calma, y no hace falta pues preocuparse ni angustiarse demasiado, al fin y al cabo, como decía Adam Driver en otra película: 'los muertos no mueren', esto acabará mal, y lo sabemos porque como Driver, nos hemos leído todo el guión.
Sí, igual no es el fin del mundo, pero no saldremos ilesos de esto. De entrada ya estamos sufriendo en casa algún efecto colateral.
ResponderEliminarUn saludo y cuídate.
Bueno, yo diria que es el caso de el fin de un mundo, de una manera de vivir, sobre todo los mediterráneos tan acostumbrados a vivir en la calle. De momento el bicho ya se ha cargado el procés y de rebote a Puigdemont, y ya veremos que pasa com el deporte de élite, ojo, que tampoco será como antes, así como el turismo.
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