ESCLAVOS DE CUALQUIERA


La democracia significa poder ser esclavo de cualquiera. Lo que quiero decir es lo siguiente: el comunismo como realidad no es más que la otra cara de su propia ideología mutiladora de la vida y, por obra y gracia de un origen ideal más puro, un complejo antídoto precisamente para el objetivo ideal más puro. Que el diablo se lleve su práctica, pero Dios nos lo mantenga como amenaza constante sobre las cabezas de quienes poseen fincas y, para conservarlas, enviarían a todos los demás a los frentes del hambre y del honor patrio, diciéndoles, a modo de consuelo, que la vida no es el supremo de los bienes. Dios nos conserve el comunismo para que esta gentuza, tan insolente que ya no sabe qué inventar, no se nos vuelva más insolente todavía; para que la sociedad de quienes poseen el derecho de disfrutar en exclusiva y consideran la humanidad sometida a su mando suficientemente dotada de amor con la sífilis que recibe de ellos, para que esta sociedad, digo, al menos se vaya a la cama con una pesadilla. ¡Para que al menos se quede sin ganas de predicar moral a sus víctimas y se quede también sin humor para hacer chistes sobre ellas! [Karl Kraus, en La antorcha, noviembre de 1920].

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