Los homínidos sentimos una fascinación atávica y casi morbosa por el fuego, a pesar de su poder destructivo. Sólo hay que ver cuanta gente está enganchada a la erupción del volcán Cumbre Vieja de la isla de la Palma. Ver bajar los ríos de lava le llevan a uno a pensar en inmolarse ante ellos, en postrarse ante su belleza a pesar de su poder destructivo, de una lava que dicen lleva mas de dos millones de años ardiendo en el corazón de la tierra. Escribía Cioran en las Cimas de la desesperación sobre la belleza de las llamas.... "El encanto de las llamas subyuga gracias a un movimiento extraño que se halla más allá de la armonia, de las proporciones y de las medidas. Su ímpetu impalpable ¿no simboliza acaso la tragedia y la gracia, la desesperación y la ingenuidad, la tristeza y la voluptuosidad?.¿No encontramos en su devoradora transparencia y su abrasadora inmaterialidad el vuelo y la levedad de las grandes purificaciones y de los incendios interiores?. Me gustaria ser levantado por la trascendencia de las llamas, ser zarandeado por su ondas delicadas e insinuantes, flotar sobre un mar de fuego, consumirme en una muerte de sueño. La belleza de las llamas produce la ilusión de una muerte pura y sublime, semejante a una aurora. Inmaterial, la muerte en las llamas evoca las incandescentes¿ Es posible que sólo las mariposas mueran así?¿Y quienes mueren a causa de sus propias llamas"?