En el Apocalipsis se lee: “Yo soy el alfa y el omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Ap 22,13). Y esa frase ha dado lugar a una representación de Dios mediante las dos letras griegas, que son la primera y la última del alfabeto. Y ahora, de repente, aparece el ómicron, que es la decimoquinta letra del alfabeto, lo que hace suponer que las variantes que existen entre la gama y el ómicron deben haber tenido poco vuelo. No se atrevieron a ponerle el nombre de Omega para no alborotar más al personal. Pero no ha servido de gran cosa, con la aparición de la ómicron, ya tenemos a todo el orbe alborotado, se desata el pánico entre los países ricos, caen las bolsas, el apocalipsis nuevamente planea sobre esta sociedad adocenada, insolidaria y cobarde.
La pandemia de la gripe española duró dos años (1918-1919). En España, que fue el país europeo no beligerante con más víctimas de la gripe (unas 250.000, aproximadamente, un 1,5% de la población total de la época), la enfermedad se llamó durante un tiempo al soldado de Nápoles haciendo referencia a un fragmento musical muy famoso de la zarzuela La canción del olvido de Romero y Fernández-Shaw, semillas de moda. En Zamora el obispo Antonio Álvaro Ballano se opuso contra la cuarentena durante la pandemia. Al contrario, organizó una misa multitudinaria y una novena para perdonar «los pecados y la ingratitud» que consideraba ser su verdadera causa. La mortalidad fue cinco veces superior a la media del resto de la península. Amén.
Actualmente llegaremos ya a los dos años de la pandemia sin que tenga aspecto de acabar a corto plazo, al contrario, van apareciendo nuevas variantes como la ómicron y la sensación es que va por largo. La diferencia entre 2021 y 1919 es que antes no existía la globalización, o no como la entendemos ahora. En muchos pueblos en la órbita del área metropolitana de Barcelona, la gente pasaba toda su vida en el pueblo, con desplazamientos puntuales a Barcelona, y esto ocurría en toda la zona de Europa. Recuerdo que en los años 60 viajar a Estados Unidos en avión costaba cerca de medio millón de pesetas. TWA ofrecía billetes entre Nueva York y Roma por 360 dólares (315 €), una cifra elevadísima si tenemos en cuenta que el ingreso medio anual de una persona se situaba en torno a los 4.000 dólares. Si le trasladamos el valor del dinero actual (teniendo en cuenta la inflación), el precio del mismo viaje sería de 3.046 dólares (unos 2.660€).
Basta con ver cómo se ha expandido el contagio del ómicron por todo occidente, llegando incluso hasta Canadá. Como se dice, en el remedio está la enfermedad. La gente debería viajar menos o moverse en su ámbito más cercano. Sería una forma rápida y efectiva de acabar con la pandemia. Y esto nos pasa por no hacer caso a Joan Capri, que ya nos hablaba hace años de las dificultades y problemas que causaba viajar. Se supone que con la pandemia deberíamos haber aprendido, pero me temo que seguimos cometiendo los mismos errores en cada nueva cepa de Covid. Y así nos va y nos seguirá yendo.
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