Como diría Clark Gable: Francamente, el pasaporte Covid me importa un bledo. Y es que creo que los de la Generalitat de Bongonia, no contaban con que el TSJC les dejaría aplicar la normativa del certificado Covid, y la ciudadanía pensaba más o menos lo mismo. Quiere decir que la imprevisión fue a ambos lados, y ha cogido a unos y otros con los meados en el vientre. De hecho, había gente que se la había bajado hacía tiempo por si tenían que ir al extranjero. Que la restauración, sobre todo bares y baretos pasarían del trasunto del asunto era previsible, no así en restaurantes que al menos en algunos que investigué ayer, en todos ellos lo pedían, con cierta permisividad, lógica, dada la premura del tiempo.
Monzó tiene un delicioso texto en la Vanguardia de hoy, producto de su propia experiencia con el pasaporte Covid. Por cierto, se suponía que con la pandemia teníamos que aprender, pero no decían que, pues veo que siguen las autoridades sanitarias comentando los mismos errores del principio de la pandemia. Decían ayer en Rac1 que la variante sudafricana Òmicron, difícilmente llegaría hasta aquí porque teníamos pocos tratos con ese país..... ayer mismo ya teníamos dos casos en Israel y Bélgica, mientras los psicópatas de la bolsa desvariaban como de costumbre con un caso que tiene toda la pinta de ser una lumbre de pajas.
El pasaporte - Quim Monzó
Primer día que hay que enseñar el certificado covid para poder entrar en bares y restaurantes. Suena el despertador, me levanto, me ducho, me visto y salgo de casa con el mío. En dos formatos: en papel en el bolsillo y en PDF en el móvil. (En agosto, para entrar en un restaurante de Perpiñán me lo pidieron, justo a la puerta del local y, como vieron que estaba en regla, me dejaron acceder sin problemas.) Pues ahora, exactamente lo mismo en Barcelona.
uando entro en el bar donde desayuno habitualmente, lo muestro y lo que obtengo es un hazmerreír generalizado. Los que están en las mesas –nos conocemos de cada día– se mofan de mi gesto. El amo del local me lo da por bueno porque no sabe cuál es la aplicación necesaria para verificarlo. Le digo que es un photoshop y que, de hecho, el QR que le muestro lo he falsificado. Es mentira, pero ni así reacciona.
Nadie parece interesado en verificar el certificado covid. La gente entra, pide lo que le apetece, está un rato, luego paga y finalmente se va. Nadie enseña ningún certificado. Entonces llegan los mossos d’esquadra. Hoy son solo tres, pero generalmente son seis. Creo que son de la comisaría de la plaza Espanya, que desde hace unas semanas se han hecho habituales del local. Acostumbran a pedir tortilla de patatas. Les enseño el certificado covid:
–Vale, vale.
Pero no parecen interesados en verificarlo. Supongo que no es parte de su trabajo. Tampoco ellos enseñan el suyo. Se sientan en la mesa del fondo, piden tortillas y se ponen a hablar de sus cosas. Va entrando gente y más gente y el protocolo supuestamente estipulado continúa ausente. Tomo un café, pago y me voy al bar que tengo una calle más allá; tampoco lo piden. Paseo durante la mañana y en todos los bares y restaurantes la situación es la misma: cachondeo generalizado. Empiezo a pensar que lo del pasaporte covid ha sido un sueño que he tenido esta noche. Más que un mal sueño, ha sido una pesadilla Quim.
Sí. Parece una de esas pesadillas que se tiene despierto.
ResponderEliminarUn saludo.