El sorteo de la lotería de Navidad es un clásico dentro de nuestros rituales de cada año. Un clásico rancio, casi en blanco y negro o color sepia. Hay cierto placer en saber que hoy no nos tocará la lotería, o un conformismo soterrado. Los extraños rituales que rodean este sorteo se siguen repitiendo, señores disfrazados de Obispo, de árbol de Navidad, de números de lotería y otros frikis por el estllo. La suciedad del destartalado local donde se celebra el sorteo. Los miembros de la mesa que validan el resultado del escrutinio. Los niños vestidos por su madrastra este año con medias y calcetines del color de los pitufos. Todo es antiguo, tronado, sólo faltaría la voz en la retransmisión televisiva de los locutores del No-do. Quizás ya deba ser así, las tradiciones son las tradiciones, y si el sorteo se hiciera de otro modo, digamos más moderno, ya no sería lo mismo. El sorteo del 22, es el del día de los patitos según la jerga de la quina o el quinto. Se repiten calcadas año tras año las imágenes de la gente celebrante que les ha tocado, con cava caliente dentro de vasos de plástico, repitiendo cada año los mismos tópicos, que si el dinero servirá para tapar agujeros, que si para ayudar a los hijos. Dicen las estadísticas que el 70% de los ganadores de sorteo acaban arruinados en cinco años, quizás sea cierto, pero al menos viven la mar de bien durante ese tiempo.
En casa desde hace años sólo jugamos a un solo décimo que ya sabemos no saldrá premiado, y pese a ello se genera una cierta frustración, después de más de cincuenta años participando y sin ningún premio, es casi para ponerles una querella criminal. Mi padre iba cada día a desayunar a la peña arlequinada donde tocó el gordo en Sabadell en 1969, y siempre se quedaba participaciones que repartía entre sus hijos, pero este año de 1969 no se acordó de comprarlas y por lo tanto tampoco nos tocó nada en ese sorteo.
Será el destino o que la lotería es algo que siempre toca a los demás, así que a los que les ha tocado este año, muchas felicidades, que todo esto que he escrito al fin y al cabo sólo es envidia, más o menos sana, pero envidia al fin y al cabo . Y a los que nada nos ha tocado, siempre nos queda la salud, o consolarnos con un refrán: No es más rico quien tiene más, sino quien menos necesita. ¡Feliz Navidad!.
Una tradición más que otra cosa. Muchos comparten décimos con los compañeros de trabajo o la familia. Soñar es gratis. O casi.
ResponderEliminarUn saludo.
Casi, que los décimos son a 20 euros.
EliminarSaludos.