Hice el Servicio Militar en Palma de Mallorca en el año 1968, el campamento lo hice en el CIR 14, y después me destinaron a las bóvedas, (ahora ocupadas por un lago) debajo la Catedral de Palma. El destino lo tenía en la ''Subinspección Militar de Baleares'. El trabajo en las oficinas militares era poco y aburrido, de hecho, el único trabajo que había en el departamento era confeccionar las listas de los soldados que iban y volvían de permiso, y aumentaba cuando había cambio de reemplazo. Ahora bien, para hacer esta enorme tarea había un Comandante, un Teniente, un capitán, un sargento primero, un sargento, el "cabo primero" y servidor que era "cabo" a secas. Al licenciarse el cabo primer me tocó serlo a mí, a pesar de no saber contestar al examen que debía pasarse, el nombre del descubridor de América o el nombre de las tres Carabelas con las que fue por allí. O sea que me hicieron cabo primero porque tocaba, y a partir de ahí ya no hacía nada. Bien, me pasaba las mañanas en la Gestoría del 'capitán habilitado' haciendo 'seguros sociales' para las empresas que él llevaba.
Los militares que había en esa oficina eran todos 'chusqueros' y ascendían de grado, a medida que se morían los que tenían delante de la lista. Cada vez más, y entre ginebra y ginebra y alguna faría o caliqueño, les llegaban las listas y contemplaban así si ya había traspasado alguno de los que tenían por delante, hasta el punto de que sabían de su estado físico y hacían apuestas a ver cuándo traspasaría tal o cual de los que les precedían. De mérito pues, a la hora del ascenso, sólo el de vivir y esperar a que fueran pasando a mejor vida o se retiraran quienes tenían delante. He pensado en esta historia de la puta mili al leer esta mañana el artículo de Quin Monzó a la vanguardia, que en cierto modo trata del mismo tema.
PROYECTOS DE FUTURO
En inglés lo llaman dead pool y es con ese nombre que se conoce en todo el mundo. Es una especie de porra en la que juegas a predecir qué personas más o menos famosas morirán en el año que ha empezado. Dicen que se hizo popular en 1911, cuando en las carreras de Indianápolis la gente decidió apostar si moriría algún piloto y cuál sería. Décadas después, con la eclosión de internet, la propuesta se multiplicó e incluso se han creado páginas web que se dedican a ello. Todo ello es un juego morboso enlucido de humor negro.
Acabo de descubrir que por primera vez mi nombre aparece en una de estas porras. Es una lista de cincuenta personas que, según los que la han elaborado, tienen bastantes probabilidades de morir este 2022. La publican ahora y dentro de un año analizarán cuántas han acertado. Comparto el honor con Mónica Randall, Rodolfo Martín Villa, Terry Venables, Raimon Obiols, Francisco Ibáñez, Isidro Fainé, Charly Rexach, Rafael Ribó, Amancio Ortega, Jordi Pujol, Joan Pera, el emérito de Abu Dhabi, Eduardo Zaplana, Félix Millet, Joaquín Sabina, y así hasta llegar a la cincuentena. El lema de esta web prenecrológica es un homenaje a las inscripciones latinas que encontramos en muchos relojes de sol: "La muerte es segura, sólo la hora es incierta".
¿Cómo deciden quién entra en la lista y quién no? Supongo que por la edad y el aspecto físico. Yo ahora hago pinta de perjudicado –porque lo estoy–, pero hace unos lustros todavía lo estaba más. Es difícil valorar. Recuerdo cuando veinte años atrás colaboraba en Catalunya Ràdio y alguien de la redacción vio un día a Pi de la Serra por la calle. “Le he visto muy jodido”, anunció, y enseguida decidieron redactar su moriturio. Han pasado dos décadas y el hombre sigue tan barrigado.
En cuanto a mí, sólo diré que me siento muy honrado y me lo tomaré como un reto. Espero estar a la altura de las expectativas.
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Bueno, ya te diré lo que hay el 31 de diciembre. Si llego para contarlo. Jejeje.
Un poco de humor negro que no falte.
Ya sabes que bicho malo nunca muere.Así que ni caso.
Un saludo.
Piensa que tu no estás en la lista de aspirantes...
Saludos.