Alguien nos quiere engañar, eso es la mentira - Joan Fuster i Ortells. No es de ahora, ya viene de viejo, lo cierto es que en la actualidad, cada vez resulta más fácil mentir en los medios de comunicación, por qué cada vez más gente está dispuesta a creerse las mentiras que oyen o leen, sin plantearse siquiera la posibilidad de contrastarlas. Vivimos en un mundo agotador, la cantidad de información nos abruma. No es posible absorber la cantidad exagerada de información con que nos bombardean cada dia, no nos da tiempo a considerar si es cierto lo que acabamos de leer o no, si viene de una fuente fiable, si tiene posibilidades de ser verdad. Cuando leemos o escuchamos algo que requiere un poco de tiempo y de esfuerzo, porque la persona que lo ha escrito se ha molestado en matizar la información, nos resulta pesado y acabamos leyendo en diagonal como Woody Allen. Además, para entender bien ciertas noticias u opiniones, hay que dominar la materia, o estar al día de lo sucedido en los últimos meses, cuando se trata de un tema de actualidad, o incluso años para otro tipo de temas; y hay que tener memoria, al menos la necesaria para recordar qué se dijo desde el principio en el desarrollo de una noticia. Solo así podemos saber si lo que leemos en este momento es posible y verosímil, a la luz de lo ya sucedido o si se trata simplemente de una invención repentina encaminada a manipular la opinión pública.
Por eso los políticos, han llegado a la conclusión de que lo que funciona en la publicidad y en el marketing tiene necesariamente que funcionar en otros campos. Mensajes directos, sencillos, potentes, que estén claros desde el principio, sin que importe demasiado si es verdad o no. Sobre todo colocar el titular que interesa dar a conocer. El ciudadano medio que ojea el periódico leyendo los titulares y las cuatro líneas destacadas en negrita y cree que se ha enterado de lo que está pasando y usa esa información para comentar las noticias con sus compañeros de trabajo, con su familia y amigos, y se siente ofendido si alguien le llama la atención sobre detalles que él no ha retenido en la memoria, y mucho más si le dicen que aquella noticia era simplemente mentira. Si, además, esa otra información viene de un diario que no es el que uno lee habitualmente, la ofensa es mayor porque procede del “enemigo” y, por tanto, no puede ser cierta.
Sorprende que cuando algún político miente en directo ante los medios, ningun periodista le rebata sus falacias con argumentos, su actitud és simplemente acercar el micrófono o el móvil, y deja que el político mienta descaradamente.
Casi nadie tiene tiempo ni ganas de hacer el esfuerzo de contrastar informaciones y llegar a una opinión propia basada en las fuentes de mayor fiabilidad. Las mentiras son fáciles de colocar y de creer porque, al carecer de matices, se entienden a la primera, suscitan una fuerte respuesta emocional y refuerzan las creencias propias que ya están basadas en mentiras anteriores.
Desde hace unos años las mentiras y noticias falsas se han hecho habituales y ya nadie se escandaliza por ello. El calumnia, que algo queda se ha convertido en la forma normal de relacionarse en ambientes políticos. El si te acusan, niégalo es lo más frecuente. Ya tienen que pintar mal las cosas para que alguien dimita. Estamos empezando a funcionar como ya predijo Orwell en su “1984”: se reduce la ración de chocolate, pero se informa a la población de que la ración ha sido aumentada, y nadie protesta. Lo curioso es que Orwell hablaba de una sociedad totalitaria donde disentir llevaba a la tortura y a la muerte, y nosotros estamos en una sociedad donde no disentimos por pura estupidez; ni siquiera por cobardía, sino porque, en el fondo, nos da igual. Eso es lo peligroso, y lo terrible, que nos da igual, como Winston, nos hemos rendido ante el Gran Hermano.
A la gente no le interesa la verdad sino que le confirmen lo que ya piensa, sus afinidades o sus fobias.
ResponderEliminarSaludos.
De hecho a la gente lo que le interesa es la verdad que quieren oír, su verdad.
EliminarSaludos.
Lo has descrito con tanta precisión que quien no lo quiera ver es porque se ha vendado los ojos. Me apena que el bombardeo mediático casi haya conseguido una sociedad robótica donde disentir te convierte en un extraño ser, o en un terrorista, en el peor de los casos. Solo me queda la esperanza de que la manipulación se esté llevando tan lejos que pueda reventar por exceso de osadía, como en el cuento del traje nuevo del emperador. Ojalá así sea.
ResponderEliminarBesos.