DOCE MONOS




A los animales tampoco les gustan las guerras. Plácido Garcia-Planas escribió a la vanguardia sobre los misiles rusos que cayeron en el zoo de Mikolaiv, entre buitres y panteras. Aunque ninguno de los cuatro misiles llegó a explotar, el susto debió de ser notable. En el zoológico de Kiiv las cosas no parecen ser muy diferentes. Hubo explosiones en edificios muy cercanos y el chasquido atronador de las ametralladoras llegaba en algunos momentos a ser incesante. A muchos de los cuatro mil animales les diagnosticaron un cuadro de estrés grave. Por su seguridad, algunos de los ejemplares fueron trasladados a galerías subterráneas, ya otros (¡los elefantes!) hubo que suministrarles sedantes. No con todas las especias se adoptaron las mismas medidas. A los ciervos, por ejemplo, les soltaron en un bosque para que rehicieran su vida en libertad (y, mientras tanto, los dos ejemplares de lobo rojo aprovecharon el alboroto para escapar y todavía los buscan). Otros parques zoológicos cercanos a la zona de conflicto han optado por evacuar a sus residentes a lugares más tranquilos: varias fieras ucranianas han encontrado refugio en zoos de Polonia y, tras un largo y accidentado viaje, al menos cuatro leones han acabado siendo acogidos en un centro de rescate de fauna de la localidad alicantina de Villena. En la película "doce monos" el ejército de los doce simios que es de hecho una organización liderada por por Goines (Brad Pitt), que lucha por los derechos de los animales, liberan a todos los animales del zoo.
No tengo claro el por qué de la mala reputación actual de los zoológicos, que, al menos para mi generación, están en el origen de una educación inspirada en valores como el amor en la naturaleza y el respeto al mundo animal, como los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, que enseñaban a apreciar especies animales tradicionalmente estigmatizadas por los cuentos infantiles. En el zoo nos llevaban no porque nos gustaban los animales sino porque nos gustaran. En aquellas visitas al zoo había una semilla de cierto ecologismo posterior, que es precisamente lo que ha terminado discutiendo la existencia de los zoos y lo que quiere que nos avergoncemos por haber disfrutado de pequeños con los espectáculos del delfinario. Pero ya digo que la mía es una perspectiva generacional. Al fin y al cabo, concluye Martinez de Pisón, el esplendor del zoo de Barcelona coincidió con los treinta y tantos años de existencia de Copito de Nieve, uno de los simios más ilustres de nuestra generación. y del Museo Darder con el negro de Banyoles.

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