SERVIDOR DEL PUEBLO





La invasión de Ucrania y el papel que ha desempeñado en esta crisis por Volodimir Zelenski ha despertado el interés por la figura del presidente que ha encabezado la resistencia al ataque del ejército ruso. La suya es una trayectoria poco habitual en los mandatarios políticos, ya que antes de convertirse en el sexto gobernante de la historia de Ucrania fue actor y cómic. Su papel más conocido fue el de la serie de televisión Servant of the People (Servidor del pueblo), que tuvo, además, carácter premonitorio, puesto que encarnaba un profesor de historia que se convierte en presidente de forma accidental . Mediaset España ha comprado los derechos de la serie para emitirlos en abierto en alguno de sus canales.

Para dirigirse a la población, Zelenski emula al protagonista de la serie en la que interpretaba a un profesor de secundaria que acaba presidiendo Ucrania y se dirige a los ciudadanos por videoselfie. Mientras, los influencers pro Putin calcan, palabra por palabra, el mismo mensaje, que transmiten a los miles de seguidores, en un país que ha retrocedido treinta años en dos semanas. En las redes, algunos periodistas que se han trasladado a zonas fronterizas o en conflicto se ponen en el centro de lo que publican, lo que les reprochan los tuiteros para ir de héroes. Pero el medio no es el mismo que el perfil de una red social, supuestamente personal y donde cada uno cuelga lo que quiere. Es la imagen que deciden dar. Ahora urge opinar sobre cualquier cosa. El contexto ya no importa. Todo es símbolo e inmediatez.

Las imágenes no valen más que mil palabras, pero van directas al corazón, y el enfoque que se le dé determinará su interpretación. En los reportajes se alternan vídeos de ciudades arrasadas y testigos desoladores con la promoción de novedades editoriales y gráficas de la subida de la luz y el gas. El cerebro procesa una información inconexa y fugaz, contradictoria, sin coherencia argumental. Incapaces de asimilarlo, optamos por la simplificación o desconexión por desinterés o reiteración, lo que equivale al inmovilismo. Lo que se ha publicado, a pesar de ser personal, es público y, al mismo tiempo, una representación. La superficialidad de aceptar como válido lo primero que sentimos exige una constante renovación de estímulos. Otros caen en la frivolidad de actuar como si estuviéramos en los opulentos años noventa. Y así, en una guerra real, el máximo representante de la diplomacia europea nos pide que bajemos la calefacción, mientras el dirigente Ucranias imita con acierto al personaje de ficción cuya popularidad le llevó a ganar unas elecciones, y a ganar de momento las batalla mediática al inexpresivo Putin.

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