Gabriel Celaya.
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Todo lo reduce al olvido, la guerra, como ha mandado al pozo de la historia a Pablo Casado, archivado lo del king emérito, ocultado la crisis climática, y como va a relegar a segundo plano la jornada de mañana, día internacional de la Mujer. Una jornada donde empezó todo hace dos años.
La primera mujer soldado muerta en combate, en Ucrania, fue maestra y escritora ocasional. Madre de cinco hijos. Al lado de su marido, Dimitró, también fallecido en la contienda, la soldado Irina Tsvila murió defendiendo a su tierra de los ataques rusos. Irina intentó detener a un blindado en su avance hacia Kyiv y formaba parte de la Brigada de la Guardia Nacional del ejército de Ucrania. Intento entender qué impulsa a una mujer que se refugia en las letras a enfundarse un traje de camuflaje, despedirse de sus cinco hijos y echarse a la carretera a pegar tiros. A Irina las palabras no le parecieron arsenal suficiente ni vio en ellas esas armas cargadas de futuro de las que nos hablaba Celaya. ¿Qué te impulsa a jugarte la vida? ¿Vale la pena?. Cuando te cortan las raíces de la identidad, cuando invaden tu territorio íntimo, lo único que te queda es buscar una razón superior para continuar. Entonces te alzas y luchas en la épica de un futuro mejor imaginado para tus hijos. Pero la cruel realidad siempre gana, y como Irina y su marido, acabas en la nada. La poesia es una arma descargada de futuro, pero esto Celaya no lo sabia, e Irina tampoco.
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