VIEJAS FOTOGRAFIAS


En casa tenemos tres cajas de zapatos llenas de fotografias, de viejas fotografias, de mis padres y nuestras, muchas en blanco y negro, de aquellas tan pequeñas, y también de más grandes en colores. Pero hace mucho tiempo que no incorporamos nuevas fotografias a las cajas, ya no las llevamos a revelar. ni las imprimimos, todas están en la red, la memoria física del pasado ha terminado hace tiempo, ahora, el pasado más reciente, el presente y el futuro permanecen en una frágil y escurridiza nube, que en cualquier momento se puede disolver, como las nubes, sin dejar la semilla del agua de lluvia.
A nuestras hijas les gusta mucho mirar las fotos antiguas, lo hacen a menudo cuando vienen a cenar a casa; lo pasan pipa, pero no sé si son conscientes de que a sus hijos y nietos cuando sean mayores no les podrán enseñar más fotos que las que tienen en la red, y no será lo mismo, ya no será nunca más lol mismo, es como coger un libro viejo de tapa dura, olerlo y abrirlo emocionado, o leer en una fría tableta.
Biel, que sólo tiene cinco días, tiene más fotos suyas en la red que yo en toda mi vida, de hecho, no sé si son conscientes los padres que exponen impunemente la vida, el día a día de sus hijos desde que nacen y a medida que van creciendo, hasta que ellos ya adolescentes continúan colgando fotos suyas; toda una vida a través de instagram, whatspp o facebook, una vida frágil y narcisista que no tiene la consistencia de la foto revelada de antes, que de hecho banaliza con su promiscuidad el valor de aquélla foto tomada en el instante preciso, la foto que perdura en el tiempo, la foto que no sabías si había salido bien o no hasta que no se producía el proceso de revelado.
Hay una magia que se pierde actualmente hacia las fotografías antiguas, más artesanales y espontáneas que captaban el instante, el momento justo, único. 
Tanto que me gusta hacer fotos de paisajes o de la naturaleza en general, en cambio, detesto (de hecho tengo muy pocas) que me hagan fotos, o hacer yo a los demás, a menos que sean desconocidos que me pueden interesar desde el punto de vista puramente artístico. Siempre que me veo en una foto pienso que tiene el problema que por un lado es provisional, pero por el otro perdurará en el tiempo, por lo tanto no deja de ser una imprudencia o una ligereza dejarse retratar, pues la visión posterior francamente suele ser deprimente.
Recuerdo haber hecho una foto a una niña en Ourika (Marruecos) y la guía me dijo que no se podían hacer fotos a la gente sin su permiso, pues les tomabas el alma; no sé si se quedó conmigo o es cierto.
De hecho, si alguna vez hago una fotografía a alguna persona que me interesa, siempre pido permiso; posiblemente influenciado por el caso de Ourika, o, simplemente porque entiendo que al retratar a una persona si es cierto que le ropas su intimidad del momento, del instante. Ya expliqué hace tiempo, que no me gustaban las viejas fotografías, y sigo pensando lo mismo. Y menos aún me gusta la banalización actual, esta exposición pública e impúdica de una persona sin su consentimiento que el día de mañana puede pasar factura al infractor, mediante la reclamación pertinente de quien ha estado expuesto al público sin su permiso.


velles fotografíes

No m'agrada mirar albums
de fotografies antigues,
o les que en blanc i negre o color 
guardem en velles capses de sabates.
Impunement, els retrats em recorden
el cruel pas del temps
i com canvien modes i persones.
Fotografies de viatges o paisatges 
de gent a vegades desconeguda
que no aconseguim recordar, o
alguna cosina llunyana que hem oblidat.
Alli apareixen estàtiques, somrients 
persones estimades que ens han deixa't 
de les que en solem fer inventari. 
No m'agrada mirar velles fotografies
que aporten pocs records agradables
i massa imatges irrecuperables 
de gent estimada que ha traspassat.


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