¿ESTÁ EL ENEMIGO?



Cuando despertamos de la pesadilla de la crisis económica, del impacto de la pandemia, la crisis seguía allí, y ahora todavía no rehechos del todo, nos llega ahora una guerra a la azotea de Europa. El mundo está bien girado, decía la abuela de Serrat. Mafalda reclamaba hace tiempo que pararan el mundo, que se  quería bajar. Y es que nos habíamos acostumbrado a vivir desde hacía mucho tiempo bastante bien, sin dificultades reales, preocupados sólo por la explosión demográfica, un poco por la inmigración, y un bastante por el Barça o nimiedades por el estilo. Éramos una generación de confort, poco dada a la épica y no demasiado preparada para sufrir las siete plagas de Egipto, y menos aún por el cambio y el climático; tampoco las generaciones posteriores parecían demasiado entrenadas para encajar tantas veces en tan poco tiempo; en cambio, los de mi generación, la llamada silenciosa -también conocida como los niños de la posguerra-, estábamos más acostumbrados a recibir golpes diversos, que pensábamos no volveríamos a sufrir, influenciados por las teorías de Francis Fukuyama, para quien, después de la caída del muro de Berlín y el Imperio soviético que le siguió, el liberalismo triunfaría en el planeta por los siglos de los siglos. Y ahora resulta que estamos en guerra. Gila lo explicaba muy bien cuando decía –y él lo sabía bien–, que las guerras son absurdas porque lo es la guerra en sí. ¿Está el enemigo? Que se ponga”.

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