UN DOMINGO CUALQUIERA


Este escrito de un domingo cualquiera tiene 15 años. Han cambiado algunas cosas: Mi padre ya no está y los tenderetes de los hippies han sido sustituidos por tenderetes de embutidos, pan coca y queso. Pero lo que me ha llevado a recordarlo es que mañana volverá la romería de los Ballesteros, que junto a la carrera ciclista de hace quince días, inauguran oficialmente el buen tiempo, que no es ni primavera ni verano. Buen tiempo, recordando en este caso la Romería de los Ballesteros, interrumpida un par de años por la pandemia. Bienvenidos pues de nuevo mañana y buena romería.

UN DOMINGO CUALQUIERA

"Ayer la mañana como cada domingo fui a ver a mi padre, él vive en el centro de la ciudad y yo en el norte, en la Creu Alta. Un cuarto de hora a pie es tiempo más que suficiente para llegar andando sin prisas. Bajando me encontré a los de la Romería de los Ballesteros, que organiza la agrupación andaluza de San Sebastián de los Ballesteros hace ya 31 años, y no veáis la marcha que llevaban cantando sevillanas a primera hora de la mañana mientras bajaban once de septiembre abajo, un chico negro que parecía sacado de una portada del disco de Mili&Vanili me preguntó por la calle de la salud, y una chica paraguaya me sirvió un cortado en el Ciber Coffe. En el paseo había varios pintores dibujando la ciudad, y las paradas de los "hippies" se empezaban a montar, en los encantes de la renovada plaza del Mercat compré dos libros de poesía por 2 euros, mientras, unos niños asiáticos jugaban en la remodelada plaza Marcet, y unos magrebíes chutaban la pelota bajo la atenta vigilancia de sus tapadas madres. La señora Teresina venía de misa como cada domingo, había cola para comprar el pan en el panadero de la vía Massagué, y un poco más arriba todavía quedaba colgado un cartel de la fiesta de la Diversidad celebrada hace quince días en la Plaza de España,m mientras los ciclistas subían Onze de setembre arriba hacia Castellar y Sant Llorenç. La gente iba a comprar el periódico y el Cinto se tomaba el cortado y el croissant como cada domingo en el Urpí. En el polideportivo de la Creu Alta calentaban los del fútbol sala, mientras la gitana rumana pedía limosna como cada domingo en la puerta de la Iglesia de la Creu Alta y dos señoras charlaban con ella; en la pastelería Nuria ya había alguien comprando el roscón de rigor y a todo esto yo yo ya estaba llegando a casa. 
Éste es el paisaje cotidiano de un domingo por la mañana en Sabadell o en cualquier otra ciudad del área metropolitana, se puede llamar multicultural, plural, variado, o como quiera, pero ya me está bien, y los ciudadanos, todos, nos vamos adecuando y conformando dentro de este cuadro poliédrico y armónico. Esperemos que los políticos no nos lo estropeen con sus acciones y declaraciones extemporáneas, eso sí, siempre pensando y preocupados por el bien de los ciudadanos. A algunos de ellos les diría que si en verdad quieren nuestro bien, que por favor, nos dejen en paz".

4 comentarios:

  1. Pues sí, los políticos, cuando meten sus manazas en asuntos de la ciudadanía, lo suelen estropear todo.
    Saludos, Francesc.

    ResponderEliminar
  2. Realmente cuando están de vacaciones es cuando más a gusto estamos. Eso tiene que significar algo.
    SAludos.

    ResponderEliminar