Más de setenta escritores, traductores y editores, quedaron atrapados en Las Palmas de Gran Canaria, como consecuencia de la tormenta tropical Hermine, que provocó la suspensión de los vuelos que los tenían que llevar de regreso a sus casas, tras participar en las Jornadas Literarias Formentor, en el marco de las cuales se concedió el premio Formentor a la rusa Liudmila Ulítskaya.
El hotel Santa Catalina, de Las Palmas de Gran Canaria, se convirtió, pues, en el equivalente de aquella ginebrina Villa Diodati, en la que en 1816, a causa del mal tiempo, se enclaustraron Lord Byron, John Polidori, Mary Shelley y Percy B.Shelley, dando a luz la primera versión de algunas obras que han resistido el paso del tiempo, como Frankenstein o El vampiro.
Algunos comentan que la situación les recuerda la película El ángel exterminador de Luis Buñuel, en que los invitados a una fiesta no pueden abandonarla. Otros hablan de El día de la marmota. Jorge Carrión fue de los más productivos. “Me he aislado y he acabado el guion definitivo de la novela gráfica El museo, que hago junto a Sagar y que publicarán en marzo Norma y el MNAC. Si el retraso se alarga, tendré tiempo incluso de traducirlo completamente al catalán”. Lucía Lijtmaer se encerró también a escribir, “para retomar el control de algo, en un entorno tan poco controlable. Esto me hace pensar en las películas de Agatha Christie, en Hércules Poirot, estamos un montón de escritores encerrados en un hotel elegante, entre palmeras y con un tifón encima, ¿quién quedará?”.
Algunos de los participantes intentaban combinaciones inusuales. Por ejemplo, Laura Fernández volaba a Zaragoza para intentar no perder su vuelo de Barcelona a Buenos Aires, en cuya feria del libro debía participar para presentar La señora Potter no es exactamente Santa Claus . La conexión aragonesa la intentó también Miguel Albero, agregado cultural de la embajada española en Washington, para regresar a EE.UU. Diversos autores lo intentaron por otras islas, como Fuerteventura o Lanzarote, donde tuvieron diversa suerte.
Basilio Baltasar, director de la fundación Formentor, tras constatar que “ha resultado ser cierto que la lluvia puede paralizar una flota de aviones a reacción”, distingue, en la madrugada del hotel, dos grupos: “Los que a causa de sus compromisos urgentes rezan al dios de la tormenta” y, por otro lado, “los que se resignan al encanto del azar”. Por otra parte, apunta, “este es el mejor final para esta celebración de la literatura satírica y picaresca que hemos mantenido: atrapados en un hotel de lujo”.
Tanta pluma atrapada en un hotel puede dar mucho de si, de hecho parece el guion de una novela de misterio, aunque los egos pueden acabar chocando unos contra otros, aunque los egos de los escritores de ahora ya no son como los de los escritores de antes, salvo la excepción Reverte/Cercas, claro que estos no estaban en el Hotel Santa Catalina; además, he hablado de escritores, no de escribidores.
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