RIP MARE NOSTRUM

Varias familias contemplan el atardecer en Alejandría, Egipto, sobre bloques de cemento a modo de rompeolas para contener la subida del nivel de mar.
En esta serie de 7 reportajes que se inicia hoy, La Vanguardia navega las aguas mediterráneas y visita las costas de Túnez, Líbano, Egipto, Grecia y España para documentar el impacto del calentamiento global y la pesca masiva en las poblaciones de sus orillas.
El último grito del Mediterráneo. En la aldea de Abu Homos, en el corazón del Delta del Nilo, el anciano Abdel Rasik se sujeta la galabiya amarilla, rebelde por el viento, y se coloca en cuclillas frente a sus cultivos muertos. “Malih, Malih”, susurra. Palpa la tierra yerma con la mano y se lleva el dedo índice a los labios. “¡Malih! ¿Ves? ¡Sal!, ¡La tierra está salada, por eso las cosechas no crecen!”
En el otro extremo del Mediterráneo, a bordo del velero Va de Bon Coeur, el biólogo marino Alex Jonson escudriña con unos prismáticos las aguas al sur de las islas baleares en busca de un asesino fantasma: artefactos de pesca abandonados que la corriente arrastra mar adentro y atrapan cada año a miles de tortugas y cetáceos.
A tres mil kilómetros de allí, en el puerto de Amchit, el pescador libanés Emili Hershey esconde su disgusto bajo una gorra verde y chasquea la lengua desesperado. “Las redes están vacías”, lamenta. Tiene claro el culpable: el pez león, una especie invasora tropical del mar Rojo que se ha introducido a través del canal de Suez y en la última década ha conquistado las cada vez más cálidas corrientes mediterráneas.
Aunque distantes geográficamente entre sí, los gritos de auxilio de Rasik, Jonson y Hershey tienen la misma raíz: la crisis climática amenaza la supervivencia del Mare Nostrum. El Mediterráneo no es solo el mar que más rápido se calienta sino el más sobrepescado y el que aglutina más contaminación plástica. Pese a que la amenaza es global y que las consecuencias entre el norte y el sur mediterráneos son distintas, hay un denominador común: el tiempo para reaccionar se termina. La espiral de degradación es alarmante, advierten los expertos.
La crisis climática y la acción del hombre asfixian el Mediterráneo. Al ser un mar semicerrado, sus aguas se calientan entre tres y cinco veces más rápido que el global de los océanos. Este incremento produce cambios irreversibles en sus ecosistemas y castiga la vida de millones de personas que viven a sus orillas. La proliferación de artes dañinas de pesca, que causan la desaparición de especies nativas y merma la diversidad marina, solo añade más presión. Con unas aguas ya asediadas por la sobrepesca, el cambio climático acelera todavía más este proceso de degeneración.
Los vecinos que habitan sus costa son los primeros testigos del cambio. En la aldea egipcia de Maadiya el pescador Hamdi, de 61 años, lanza su caña desde una hilera de rocas blancas y señala con resignación otro de los impactos climáticos que se ciernen sobre algunos puntos de las costas mediterráneas. “Vamos a hundirnos. Cada año el mar sube más, tarde o temprano deberemos irnos de aquí”. Según el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático (IPCC en sus siglas en inglés), el nivel del Mediterráneo crecerá entre 30 centímetros y un metro antes de final de siglo. Las subidas de las últimas décadas ya han empezado a salinizar tierras de labranza y a engullir partes de la costa en zonas especialmente vulnerables como en el Delta del Nilo, en Egipto.
Rodeado por 22 países de Europa, África y Asia, el Mediterráneo es un laboratorio del impacto del cambio climático. También de sus soluciones. “Es un momento clave para ver si países socialmente muy dispares son capaces de unirse para afrontar un problema común”, explica Jofre Carnicer, especialista en cambio climático en el Mediterráneo del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales). Habla de ventana de oportunidad: “Tanto la rapidez de la subida de la temperatura como del nivel del mar —afirma— dependerá de la acción global en los próximos 20 o 30 años”. Y esa reacción deberá tener en cuenta a los más vulnerables.


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