2025, LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO


La rueda de prensa en el Despacho Oval fue una representación, extremadamente violenta, de la sociedad del espectáculo: la ruptura de la vida social; como espectadores, la alienación de los seres humanos, a través de la incomprensión de su propia existencia; el mercantilismo como dictadura. El filósofo Guy Debord desarrolló esa visión histórica en su libro homónimo de 1967, La sociedad del espectáculo. Se refería, casi seis décadas antes, al encuentro entre dos presidentes electos, Trump y Zelenski, y un villano con aspiraciones presidenciales, J.D. Vance. Ver y analizar ese show produce un enorme desasosiego porque el guion y la puesta en escena son explícitos: los matones, los bullies, acorralan a su interlocutor y le dicen claramente que es un looser, un donnadie, un maleducado. Le acusan de falta de respeto, le humillan, le levantan la voz, le amenazan. Le reprochan incluso que no lleve traje y chaqueta.

“El espectáculo es el momento en que la mercancía ha alcanzado la ocupación total de la vida social. La relación con la mercancía no solo es visible, sino que ya no se ve nada más que ella: el mundo que se ve es su mundo. La producción económica moderna extiende su dictadura de manera extensiva e intensiva”, escribió Guy Debord en 1967, y el otro día en el Despacho Oval solo se vio mercancía, la mercancía lo ocupó totalmente. Una mercancía que ni siquiera era la paz, por mercantilizada que esta pueda llegar a estar, sino lo que toda la vida del mundo ha sido mercancía: los minerales, el gas, el territorio. Lo único raro, esos minerales. El resto, lo de siempre, pero sin tapujos. La retransmisión de la extorsión mafiosa, la emisión de esa antesala del saqueo, tomó, como adelantó Debord, el control de nuestra vida, cuya experiencia auténtica naufraga, se ahoga, se diluye en esa perfecta tormenta de imágenes, en ese simulacro inquietante, distópico, esperpéntico, manipulador de la realidad: cuando Vance apela a gritos a la diplomacia, cuando Vance apela irrespetuosamente al respeto, cuando Vance apela a la paz atacando, la teoría de la sociedad del espectáculo cobra una vigencia alarmante. Cuando Trump culpa a Zelenski (podría ser cualquier otro) de estar jugando con la Tercera Guerra Mundial, Trump está representando una auténtica declaración de guerra.

Debord nos dijo que en la sociedad del espectáculo la realidad se convierte en una mercancía y lo que importa no es la esencia de las cosas, qué o cuáles son las cosas, sino cómo se presentan. El neofascismo se alimenta de esta lógica. Los dictadores de hoy, los líderes autoritarios y sus movimientos dominan la producción y la difusión de las imágenes, utilizando las redes sociales y los medios de comunicación para construir relatos que seducen y manipulan. La política se convierte en un espectáculo en el que el carisma (que puede ser simple fuerza bruta) y la estética (que puede ser meramente un traje y una corbata) están por encima de los principios y, por supuesto, de un auténtico debate.

En el Despacho Oval asistimos, en todo su burdo esplendor, a la retórica simplista, primaria, falsamente instintiva del neofascismo (falsamente porque su instinto tiene un objetivo claro: el botín). Tendremos más miedo si asistimos a la grosería de la negociación, tendremos más miedo si sentimos la impotencia del desencuentro, tendremos más miedo si nos hacen creer que es imposible acabar con la guerra. Toda la sociedad será reflejo del impacto de esos miedos, si esa realidad es únicamente lo que se representa delante de las cámaras; si un dictador esgrime la palabra dictador; si no se pretenden soluciones reales a un problema tan real para las víctimas como es la guerra, sino aprovechar su tragedia como una oportunidad ultraliberal; si al supremacismo contra las personas migrantes, extranjeras o trans los matones suman el camorrismo en directo contra un presidente perdedor. En este espectáculo grotesco, la víctima será siempre la verdad.

Como si lo hubiera escrito hoy, Guy Debord nos invita a reflexionar sobre la necesidad de recuperar algo así como la autenticidad en nuestras vidas. Efectivamente, ahora que el neofascismo parece ganar terreno, resulta fundamental cuestionar las imágenes que consumimos y las narrativas que se aceptan de manera más o menos crítica. Debemos ser extremadamente conscientes de cómo el espectáculo moldea nuestras percepciones, nuestras emociones, nuestros posicionamientos, y no dejarnos llevar por la superficialidad, ni siquiera por aquella que aparenta ser, de tan burda, incontestable. Nuestra lucha contra el neofascismo no debe limitarse a denunciar sus manifestaciones más evidentes, más zafias. Debemos ir más allá, cuestionar las estructuras que han permitido y permiten su ascenso, pensar qué hemos hecho con el arma de construcción masiva que es la educación, reconocer qué hemos hecho con el pensamiento crítico, aquel para el que también debemos ser sujeto. No dejarnos atrapar por el espectáculo, sino buscar la profundidad, la reconexión con la verdad.

¿Dónde?, nos preguntamos. Entre otros lugares, en Guy Debord. Porque La sociedad del espectáculo no es solo un diagnóstico precoz de nuestra realidad actual, sino también una llamada, anticipada, a la acción. Debord nos invita a identificar y desmantelar el espectáculo y a reconstruir una sociedad donde la autenticidad y la solidaridad sean pilares fundamentales. Solo desde la autenticidad podremos, si nos atenemos a lo que el filósofo francés nos sugirió, enfrentar el tosco avance del neofascismo. Solo así podremos evitar males mayores y concebir y construir un futuro más justo. Porque la sociedad del espectáculo y el neofascismo son las dos caras de la misma criptomoneda ultracapitalista. Es urgente luchar por recuperar nuestra autenticidad, no como espectadores sino como comunidad protagonista, y proclamar el rescate de ciertos valores compartidos que los tecnócratas han venido a dinamitar para vencer, para ganar. No la guerra, el botín. El triunfo de la dictadura mercantilista.- Ruth Toledano en el diario.es

Next
This is the most recent post.
Entrada antigua

No hay comentarios:

Publicar un comentario