Los 17.000 niños asesinados en los bombardeos sobre Gaza no tienen un Picasso que sostenga la llama como la mujer del candil que pintó en su 'Guernica'. En esta masacre solo hay fuego, fuego, fuego, pero no hay luz. Javier Pérez Andújar en el diario.es

Ya nadie se acuerda de qué murió Yasir Arafat. La verdad es que se dijeron tantas cosas que, ahora, en la Wikipedia el apartado dedicado a su muerte se titula “Controversia sobre su muerte”. Ni siquiera ya nadie se acuerda de Yasir Arafat. La destrucción de Palestina consiste también en la destrucción de su historia. Claro, eran otros tiempos. Los líderes guerrilleros llevaban uniformes, ropa de guerrilla. Así se vestían Arafat, Castro, el Che... Nunca nos hubiéramos imaginado a ninguno de estos con traje y corbata. Hoy, se prefiere para los momentos difíciles el chándal o la ropa de salvamento. La indumentaria también tiene sus eufemismos. Mientras los Gobiernos de todos los países occidentales insisten en que hay que comprar y almacenar más armamento, se oculta la palabra guerra en sus discursos, se la proscribe en las comunicaciones oficiales, se la expulsa de los informativos con perífrasis y con imágenes domesticadas e hipócritamente compasivas. La palabra guerra es un tabú para los poderosos, es decir, para los ganadores, y únicamente se transforma en realidad para quienes no pueden escapar de ella.

Al mismo tiempo, la palabra guerra suele utilizarse como eufemismo de otras formas de asesinato. Llamar guerra al exterminio de la población de Palestina es un eufemismo. Por eso se emplea abiertamente esta palabra en este caso. Por supuesto, no hay guerra sin genocidio; pero, desde siempre, la mayoría de los genocidios se han ejecutado sin guerras. No son necesarias cuando sobra la fuerza. En la actual masacre de la población de Palestina, se han contado 60.000 muertos hasta el pasado 4 de marzo. La cifra ha seguido creciendo desde entonces. Una relación más detallada señala que los bombardeos de Israel sobre la Franja de Gaza han matado a más de 17.000 niños. La organización Save The Children calcula que más de 26.000 niños han muerto o han sido heridos en Gaza.

Por ejemplo, Ávila, Zamora, Mérida, Motril, Huesca, Ibiza, Cuenca... son ciudades españolas de casi 60.000 habitantes. Imaginen que alguna de estas desaparece del mapa y ya no queda nadie. Cada uno y cada una de sus habitantes, minuciosamente uno por uno, han muerto porque les ha caído una bomba y sus cuerpos yacen reventados bajo los cascotes de sus casas derruidas. Lo cierto es que ya no existe Ávila, o ya no existe Mérida, o ya no existe Huesca..., estas ciudades han sido borradas simbólica y físicamente de la faz de la Tierra en el exterminio de la población de Palestina. A eso se refieren cuando hablan de la guerra de Gaza omitiendo la palabra genocidio.

¿Se acuerdan de Gernika? Hay un cuadro de Picasso donde el arte se convierte en memoria colectiva y viceversa. Lo mismo sucede con los tebeos de Paco Roca (El abismo del olvido, sobre las fosas comunes; Los surcos del azar, sobre la 9 División de los republicanos españoles...). Gernika es actualmente una ciudad de 17.000 habitantes. Si todos sus habitantes fueran niños, si Gernika fuese una ciudad de 17.000 niños, o 17.000 niñas, habría desaparecido ahora mismo para siempre, habría quedado más pulverizada todavía que cuando sufrió el bombardeo de los aviones nazis y del fascio al servicio de Franco. Hoy no hubiera quedado ni una sola persona viva en Gernika, y todo sería montañas de niños muertos. Los 17.000 niños asesinados en los bombardeos sobre Gaza no tienen un Picasso que sostenga la llama como la mujer del candil que pintó en su Guernica. En esta masacre solo hay fuego, fuego, fuego, pero no hay luz.

La guerrilla del cómic es el fanzine. Los dibujantes y las dibujantes aspiran a vivir del cómic y lo que hacen es sentirse vivos a través de sus fanzines. La vida se parece más a una flor que nace un día, y muere al siguiente, que a un dinosaurio, a los que sólo conocemos por sus esqueletos eternos. Un fanzine es un telegrama urgente, como la poesía urgente de Gabriel Celaya. Seguir vivo es urgente. En nuestras calles, en nuestras librerías, en nuestras casas, no tenemos cuadros de Gernika que nos hablen de Palestina, pero tenemos fanzines. Esto ha sucedido con BDS, un fanzine que acaba de salir. Su título son las iniciales de Boicot, Dibujos y Sanciones.

Y el subtítulo obedece a estas mismas iniciales de una forma más explícita: Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel. Porque este es el lema y el nombre de un movimiento global que llama a presionar al Gobierno de Israel, hasta hacerle abandonar su política de ocupación, colonialismo y apartheid, con la que masacra al pueblo palestino. Se trata de un fanzine comercializado con fines benéficos, 68 páginas de ilustraciones, historietas y artículos de autores internacionales (reúne 35 firmas), que destina íntegramente la recaudación de sus ventas a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNWRA).

Al-Ali solía representar Palestina como una mujer. Aquí, la Palestina cristiana y la musulmana y el niño Handala entre ambas.

La portada (alguien en paz, con camisa blanca, acompañado de una mariposa blanca, en un campo verde y, detrás, la red negra de una kufiya, el pañuelo tradicional que llevaba, por ejemplo, Arafat, pero también parece una verja negra rota, y también hay un sol rojo contra fondo blanco..., son los cuatro colores de la bandera palestina), es obra de la dibujante Mar Mascaró (la actual coordinadora de la revista Forn de Calç). La edición y coordinación de este número de BDS-Madrid se debe a la dibujante Ana Pando, que asimismo edita el fanzine Mano Opuesta, y a Héctor Cimbrón, otro editor de fanzines y activista de la serigrafía.

María Medem, Sami Alwani, Nekudotexe, Evin Colins, Anuj Shrestha y Tana Oshima son algunos de los dibujantes que participan en la publicación. El coordinador, Héctor Cimbrón, escribe un artículo sobre Handala, el niño creado por Nayi al-Ali, el popular dibujante de prensa palestino, que sufrió la cárcel, que se enfrentó a todos los dictadores del mundo árabe, y que fue asesinado de un disparo, en Londres, en 1987. Handala es un niño al que casi siempre vemos de espaldas. No quiere que los lectores le veamos, sino que nos convirtamos en testigos de los horrores que él ve. Cuando seamos dignos de ser mirados por este niño, Handala volverá su cabeza hacia nosotros.