Barcelona, Palma, Donostia. Las calles se llenaron de cuatro gatos contrarios al turismo de masas (12,3% del PIB) convocados por entidades elitistas. ¿Elitistas? Se trata de asociaciones, grupos y colectivos altamente populares que, sin embargo, están integradas por un puñado de miembros.
Yo supongo que tienen reservado el derecho de admisión, exigen cuotas elevadas a los candidatos a la afiliación o prefieren ser pocos y sesudos porque de lo contrario no se explica la proporción entre convocantes y asistentes. He aquí los datos: 600 manifestantes en Barcelona convocados por un centenar de asociaciones a instancias de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (no confundir con la Plataforma Amigos de Jordi Pujol y Carmen Sevilla), 500 manifestantes en Donostia emplazados por 48 entidades y 8.000 en Palma convocados por 90 entidades.
Curiosa proporción...En nombre del pueblo, un centenar de entidades reúnen a... 600 manifestantes. Las cifras sugieren que contra el turismo se vive mejor. Basta con echarle indignación, constituir una asociación de autoempleo –se admiten cuñados– y esperar alguna subvención porque algo me dice que no hay suficiente pueblo para financiar tantas entidades.
España es lo más: una potencia turística global y una potencia emergente en asociaciones, colectivos y plataformas –¡Viva Cartagena!– que tratan de erradicar cada uno por su lado el turismo de masas, reivindicación que alegraría a la aristocracia austrohúngara del siglo XX, que ya se quejaba de lo imposible que estaban las aguas de Baden-Baden con tanto advenedizo, purria o gentuza.
Seguro que sin turismo, la vivienda en Barcelona estaría tirada de precio, los sueldos se dispararían y los jóvenes tendrían porvenir y dinero para viajar más. ¡Qué guay es apuntar a los incautos que visitan Barcelona!. Joaquin Luna.
Igual hubo tan poca gente porque muchos de los miembros de estas sesudas organizaciones están de vacaciones yendo de turistas por el mundo, cuando más lejos mejor.
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