Mientras seguía el rifirrafe habitual en el Congreso sobre la corrupción que ahora salpica a dos ex altos cargos del PSOE, aburrido y cansado de tanta retórica cínica, he acudido a dos autores que conocieron y escribieron sobre la confrontación en una España en la que los muros se convirtieron en trincheras, -escribe Lluís Foix- Manuel Chaves Nogales y George Orwell. El primero fue un cronista republicano honesto que abandonó Madrid en 1936 cuando el gobierno de la República se trasladó a València. He releído su célebre prólogo al libro A sangre y fuego, escrito en Francia en 1937, en el que dice que el futuro dictador “puede salir indistintamente de uno u otro lado”.
En cierta manera, Chaves Nogales es el Camus hispánico, que no se casa con nadie porque su compasión y su humanismo están del lado de las personas que sufren. Eran tiempos en los que Machado hablaba de que una de las dos Españas te ha de helar el corazón. Fue un testigo comprometido con la verdad y la decencia moral. Recomiendo la lectura de su vasta obra tanto tiempo silenciada porque no entraba en el canon de los vencedores ni en el de los vencidos.
Siempre es un alivio refugiarse en George Orwell, uno de los grandes periodistas del siglo pasado, que estuvo en España durante la guerra y en su Homenaje a Catalunya cuenta ya cómo periódicos y partidos fabricaban noticias falsas para destruir a los rivales dentro del propio bando republicano. La propaganda es inseparable de la política y del poder.
En su obra más famosa, 1984, Orwell habla de cómo se reescribía la historia al instante, tal como experimentó en la guerra civil española. Ya preveía la pugna por la construcción del relato recurriendo a la historia, diciendo que “quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado”. El discurso o el relato es un instrumento de poder porque puede condicionar la conciencia colectiva.
La democracia es frágil y siempre está en riesgo. La sesión de ayer no la pone en peligro aunque fuera un barrizal. Lo que la puede erosionar es echarse en cara la corrupción sin responsabilizarse políticamente de las acciones corruptas admitidas y que están siendo instruidas en los juzgados. Que cada uno cumpla con su deber, que diría Horatio Nelson.
A mí me resultan tan admirables Chaves Nogales como Orwell. Son representativos de un tiempo plural en que las dictaduras querían uniformizarlo todo. ¿Como quieren ahora?
Visionarios ambos de lo que nos iba a acontecer. Avisados estábamos, aunque no les hayamos hecho mucho caso.
De hecho algunos autores hablan de las tres españas. La tercera es la de la crítica a cualquier modelo que no respete los derechos democráticos y las libertades.
Esta tercera España tiene muy pocos miembros.