"Hay dos maneras de marchitar el espíritu de una cultura. Con la primera -la orweliana- la cultura se convierte en una cárcel. Con la segunda -la huxleyana- la cultura se convierte en una parodia.

No hace falta recordar a nadie que hoy nuestro mundo está aquejado por muchas culturas-prisión que tienen una estructura como la que Orwell describió muy bien en sus parábolas. Si se leyera 1984 y Granja animal y después, para redondearlo, Darkness at Noon, de Arthur Koestler, tendría una imagen bastante precisa en la maquinaria de control del pensamiento tal y como funciona actualmente en muchos países sobre millones de personas. Por supuesto, Orwell no fue el primero en explicarnos las destrucciones espirituales de la tiranía. Lo insustituible de su obra es que insistió en que no importa que nuestros vigilantes sean de ideologías de derechas o de izquierdas. Las rejas de la cárcel son igualmente impenetrables, la vigilancia igualmente rigurosa, y la veneración de iconos igualmente penetrantes.

Lo que Huxley enseña es que es más probable que, en la era de la tecnología avanzada, sea un enemigo con cara sonriente el que nos lleve la destrucción espiritual y no uno que nos muestre sospecha y odio. En la profecía de Huxley, el Gran hermano no nos vigila por su voluntad. Lo vigilamos nosotros, o por propia voluntad. No hacen falta vigilantes ni rejas ni Ministerio de la verdad. Cuando una población está distraída con trivia, cuando la vida cultural se redefine como una ronda perpetua de entretenimientos, cuando la conversación pública seria es una especie de habla infantil, cuando, en resumen, un pueblo se convierte en un público y sus asuntos públicos un vodevil, entonces la nación corre un riesgo; la muerte de la cultura es una posibilidad real

En América, las profecías de Orwell tienen poca relevancia, pero las de Huxley son camino de hacerse realidad. Pues América está haciendo el experimento más ambicioso del mundo para acomodarse a las distracciones tecnológicas que hace posible el enchufe eléctrico... Como en ningún otro lugar del mundo han acercado, desde lejos y deprisa, la era de la lenta palabra impresa, y han concedido a la televisión la soberanía de todas sus instituciones, Al hacer entrar la Era de la Era de la huxleyano."

Las predicciones de Neil Postman siguen siendo vigentes, aunque el medio dominante ha cambiado: la televisión ha sido superada por Internet, los smartphones y la inteligencia artificial, pero el fenómeno que él describía -la trivialización del discurso público- persiste y se ha intensificado.

Neil Postman, en Divertirse hasta morir (1985), advertía que la televisión transformaba el discurso público en entretenimiento superficial. Aunque en 1993 la televisión era el epicentro de esta transformación, hoy este papel ha sido asumido por las redes sociales, los algoritmos de recomendación, los teléfonos inteligentes y la IA generativa. Sin embargo, el núcleo de su crítica –que la forma del medio determina el contenido y que los medios visuales erosionan el pensamiento crítico– sigue siendo profundamente relevante.

De la televisión a TikTok: la evolución del espectáculo –  Postman afirmaba que la televisión convertía política, educación y religión en entretenimiento. Hoy, Instagram, YouTube, TikTok y X (Twitter) han llevado esta lógica aún más lejos: los líderes políticos comunican en mems, los profesores compiten con influencers, y la religión se viraliza en clips de 30 segundos.

La imagen ha reemplazado la palabra: Postman temía que la cultura tipográfica -lenta, reflexiva- fuera sustituida por una cultura visual. Hoy, los textos largos son desplazados por vídeos cortos, emojis y respuestas instantáneas, lo que refuerza su tesis.

¿Y la IA? ¿Superación o continuación? -  Aunque la IA y los teléfonos móviles han superado a la televisión como tecnología dominante, la lógica huxleyana que Postman temía —una sociedad distraída, entretenida y desinformada— se ha intensificado. La IA generativa puede producir contenido profundo, pero también masas de desinformación, deep fakes, y entretenimiento personalizado, lo que refuerza la idea de que el medio moldea el mensaje.

Postman creía que Huxley era más relevante que Orwell: no seríamos oprimidos por censura (como en 1984), sino distraídos por placeres triviales (como 'Un mundo feliz'). Hoy, con scroll infinito, dopamina digital y algoritmos que priorizan lo viral sobre lo veraz, parece que Huxley sigue ganando.

La televisión fue solo el inicio. Postman no se equivocó: la forma del medio sigue moldeando el contenido, y aunque los dispositivos han cambiado, el resultado –una cultura del espectáculo– se ha profundizado.