Juan-José López Burniol escribe un artículo muy interesante en La Vanguardia de hoy sobre la memoria histórica. No se trata de compartir todo lo que él afirma, pero, sinceramente, tiene mucha razón en gran parte de lo que dice, y sería bueno que aquellos a quienes les corresponde lo leyeran y le hicieran caso.
"Hace un cuarto de siglo, escribí y publiqué lo que sigue: “Casi nadie recuerda ya su nombre: Ramón García Sanz. Tenía 27 años cuando fue ejecutado, en Hoyo de Manzanares, pasadas las nueve de la mañana del 27 de septiembre de 1975. No habló antes de morir. Poco bueno le pasó en su corta vida. Su madre, prostituta en el barrio chino de Barcelona y luego en Zaragoza, le abandonó. Sin padre conocido. Vivió su infancia en el hospicio, donde se ganó el mote de Pito, por el silbato (su juguete) que llevaba siempre colgado al cuello. Su único hermano se hallaba paralítico a causa de la poliomielitis. Siempre solo. Hasta que, en enero de aquel año, conoció a José Luis Sánchez Bravo, militante del FRAP, que se convirtió en su amigo. Y de la mano de su amigo fue hasta que, a mediodía del sábado 16 de agosto, disparó contra el teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez, asesinándole. Luego, la aprehensión, el juicio y la condena a muerte. Un abogado que le trató entonces escribió de él: ‘Es de tipología patológica, no tiene ideología ni es capaz de pensar; como un robot hace lo que le mandan’. De nada le valió. Fue fusilado. Dos meses después murió el general Franco y, al poco tiempo, se inició la transición a la democracia”.
Podría escribirlo hoy. Me ratifico en todo. Pero, cincuenta años después, mi memoria también alcanza a los servidores públicos asesinados el mismo año, por ejemplo, en Aránzazu. A las 13.45 horas del domingo 5 de octubre de 1975, ETA asesinó a los guardias civiles Esteban Maldonado Llorente, Jesús Pascual Martín y Juan Moreno Chamorro. La mañana de aquel día, estos tres guardias, al mando del cabo José Gómez Castillo y con Juan García Lorente como conductor, fueron enviados desde Mondragón a Aránzazu para retirar una ikurriña unida a un paquete, que resultó contener arena. La retiraron e iniciaron el regreso a Mondragón. A un kilómetro, ETA había escondido una bomba que, accionada a distancia, alcanzó de lleno a su vehículo (un Land Rover), que salió despedido a unos veinte metros.
Cuando se sacraliza una sola versión del pasado, se atiza el odio y la exclusión del otro
Los tres guardias murieron en el acto. Sus cuerpos quedaron destrozados, dos tendidos en la carretera y el tercero, en una cuneta. El cabo y el conductor resultaron gravemente heridos. El 10 de octubre, ETA reivindicó el atentado en París. Maldonado tenía 20 años, estaba soltero y era natural de San Pedro de Mérida (Badajoz). Pascual tenía 25 años, estaba soltero, era de Villaverde de Íscar (Segovia) y ese día no estaba de servicio, pero lo cambió para hacer un favor a un compañero. Moreno tenía 26 años, estaba casado, era padre de tres hijos y había nacido en Villamesías (Cáceres).
stos cuatro muertos se integran en una sola memoria histórica, que exige una visión compleja y honesta del pasado, favorecedora de actitudes ciudadanas tolerantes y democráticas. Cuando se prescinde de una visión integradora del pasado y se sacraliza una sola versión, sea la que sea, se atiza el odio y la exclusión del otro, promoviendo sucesivas revanchas en una cadena sin fin. Azaña apercibió de este “morbo histórico” y exhortó a buscar “el asenso común”, evitando la idealización del régimen republicano “simplemente porque sus enemigos eran peores”. Y, desde el exilio, llamó “a fundar algo nuevo, quemando no solamente las bambalinas y los bastidores, sino la letra y la solfa de las representaciones caducadas”. Y así se hizo en la transición. La santa transición.
Pero, escribe con implacable lucidez Juan Francisco Fuentes, “se dio la circunstancia de que mientras la izquierda transterrada (el exilio republicano) llevaba a su apogeo el espíritu nacionalista de la tradición liberal española, el antifranquismo del interior, como reacción frente al ultranacionalismo del régimen y por influencia de sus compañeros de viaje en Cataluña y el País Vasco, sometía la idea de España –el propio término se puso en cuestión– a un proceso desnacionalizador cuyos efectos a largo plazo están hoy a la vista”. Hemos de recuperar y preservar el legado de la transición. Nos va en ello la concordia y la paz.
Tienes toda la razón, pero ex miembros de ETA cumplieron condena, renunciaron a la violencia y condenaron lo que hicieron ellos o sus colegas. Los del PP no han condenado el Franquismo ni sus crímenes y "no ponen un duro" para desenterrar fusilados, tirados como perros en cualquier cuneta, como vino a decir Rajoy incumpliendo la ley. Hay que condenar todos los crímenes, máxime cuando el PP Proviene de antiguos ministros de Franco como Fraga. No hay que ser revanchistas pero hay que tener memoria para que las barbaridades de cualquier signo no vuelvan a ocurrir. Es muy triste que que una parte de jóvenes españoles crean a estas alturas que con Franco se vivía mejor.
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