Una mañana de noviembre de 1926, varios cientos de excursionistas equipados con mochila y bastón, y procedentes de muy diferentes localidades de Francia, emprendieron una ruta senderista que los debía llevar al Canigó, un macizo de los Pirineos franceses. Sin embargo, eran muchos excursionistas por una ruta así... por supuesto no se trataba de un picnic de domingo entre amigos. Y lo más sospechoso: alguno de ellos se confundió de ruta y cruzó la frontera franco española.
Alertados, la gendarmería francesa y la Guardia Civil española corrieron a interceptarlos, y al pedirles que abrieran sus mochilas, no encontraron Aquarius y bocadillos. En lugar de eso llevaban armas, propaganda independentista catalana y una estelada. ¿Qué estaba pasando aquí?

Para entenderlo hay que remontarse algunos años atrás. En los años 20 del siglo XX, España estaba bajo el mando del dictador Miguel Primo de Rivera. Una de las medidas que tomó el dictador sólo acceder al poder, fue aplicar en Cataluña uno de los 155 más bestias de su historia.
Lejos de amilanarse, el político Francesc Macià, líder de Estat Català, trató de proclamar unilateralmente la independencia catalana. Pero el plan olía a fracaso desde el principio, así que, al igual que hoy otros acaban en Bélgica, Macià tuvo que huir a Francia. En Francia, el catalán no renunció a sus objetivos y se puso a buscar apoyos internacionales a su causa. Planteó una alianza entre nacionalistas vascos, gallegos, catalanes y agrupaciones obreras para derribar la dictadura, pero no llegaron a un acuerdo; planteó la creación de una Liga de Naciones Oprimidas atrayendo a su causa a nacionalistas filipinos y de diferentes pueblos europeos para presionar la Sociedad de Naciones, pero tampoco eso cuajó...; se intentaron incluso atentados contra la familia real, y alianzas con los anarquistas, pero nada... incluso la Unión Soviética prometió dar una mano, pero la mano no fue más que una palmada en el espalda.
Así las cosas, Macià decidió renunciar a la vía de las alianzas y la presión internacional y puso en marcha un plan mucho más unilateral pero también algo más arriesgado: la invasión de España desde Francia. El plan era sencillo (en su mente): que las guerrillas, grupo paramilitar de su partido, entraran en Cataluña por la frontera con Francia, tomaran Olot (Girona) y de allí viajaran a Barcelona para proclamar la República catalana. Algo sencillito.
Sin embargo, Macià no tenía hombres suficientes para llevar la operación a cabo, y además sus guerrillas no tenían experiencia bélica. Para suplir estas carencias, se puso en contacto con un grupo de exiliados italianos, veteranos de la Primera Guerra Mundial. Uno de los líderes italianos era, ni más ni menos, que Ricciotti Garibaldi, nieto de Giuseppe Garibaldi, el unificador italiano. Catalanes e italianos llegaron a un acuerdo, y empezaron a trabajar conjuntamente.

La operación comenzó el 30 de octubre, cuando el mismo Macià estableció el cuartel general en una caseta en Prats de Molló (Francia). No llevaban ni un par de días de camino cuando los supuestos excursionistas comenzaron a caer como chinches en manos de la policía francesa. Y los participantes en territorio español fueron arrestados por la policía española. Alguien había cometido una delación! ¡Había un traidor entre ellos! Al traste todo el plan.
El mismo Macià fue arrestado en su cuartel general el día 4 de noviembre, y puesto a disposición judicial. Los excursionistas fueron expulsados ​​de Francia, pero los autores intelectuales fueron trasladados a París para celebrar un juicio. Después de pasar dos meses en prisión preventiva (hola Oriol!), Al fin se celebró el juicio.
Y llegó el giro: durante la instrucción se descubrió quien había sido el traidor, Ricciotti Garibaldi. Lejos de ser un antifascista exiliado, como había hecho creer a todo el mundo, Garibaldi era un agente secreto al servicio de Mussolini. Él había sido quien había dado el chivatazo, y pronto se descubrió que era un agente doble. Todos los detenidos fueron declarados culpables y condenados a penas inferiores al tiempo que habían pasado en prisión provisional, por lo que no volvieron a entrar en prisión. En lugar de eso pagaron una multa y fueron expulsados ​​... y aquí viene la sorpresa.


Adivinais donde terminó exiliado Macià? Exacto, ¡en Bélgica! Francesc Macià con su abogado Henry Torrès a punto de abandonar París tras celebrarse el juicio. Fuente: Bibliothèque nationale de France.

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