En enterarme ayer de la noticia del abandono de la lucha armada por parte de ETA, me pasaron muchas cosas por la cabeza: el asesinato a pie de calle con un tiro en la nuca de un Coronel por parte de un pistolero que presencié en San Sebastián, el asesinato de Ernest Lluch, el de Miguel Angel Blanco, y todas las 829 víctimas de la violencia etarra, ninguno, ni una sola de estas muertes es justificable, pues no hay ninguna causa por justa que sea que justifique la muerte de una sola persona a manos de otro. Me ha pasado por la cabeza que estos 43 años de violencia, terror, muertes y odio, mucho odio en el País Vasco, no han servido para nada y estamos donde estábamos al principio, y no ha sido tan sólo mucho ruido y pocas nueces, ha habido víctimas, 829, más unas 200 del otro bando, como Yoyes y otros arrepentidos o activistas. Y el terror psicológico del día a día durante este periodo de los que se sabían o sentían amenazados por los pistoleros de la banda, o que tenían que ir con escolta permanente y mirar bajo el coche por si había una bomba lapa. He pensado en los familiares y amigos de las víctimas, por un lado y otro y me remito al ruido para nada, han sido todas, muertes inútiles, estériles. Pero ahora, no hay más remedio sobre todo por parte de los familiares de las víctimas, de acogerse a la generosidad del perdón (víctimas por cierto muy manipuladas por sectores de la derecha pura y dura). Ahora ha llegado la hora de hablar y perdonar, porque en esta batalla no hay vencedores ni vencidos, sólo víctimas y todos son perdedores.
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