Hace años un sábado de Diciembre estaba en Moià, el motivo, asistir a la inauguración de la nueva fábrica de la Empresa de bollería congelada Ohayo. A la inauguración vino el entonces Presidente del primer tripartito catalán, Jordi, Pujol y Soley. El Presidente estuvo excelso comentado anécdotas de Moia que el propio alcalde desconocía. Y le tuve muy cerca, casi al lado, ya se detuvo a saludar a una señora que conocía que estaba a mi lado. Pujol, en la distancia corta impresionaba, tenía la grandeur que se pide al Presidente de un País. Maragall, era diferente, entrañable y muy cercano, pícaro, imprevisible, pero también aunque sin tanta grandeur daba la imagen de Presidente del País. Montilla, siempre me pareció un Presidente accidental, de paso, sin esta grandeur, era como impostado, puesto con calzador. Conste que siempre lo he respetado al igual que los otros dos e incluso he hablado elogiosamente de él en este mismo blog, lo que, por cierto, no hizo el actual Presidente, que tanto a él como a Pasqual Maragall en más de una ocasión les faltó al respeto de forma chapucera.
Leo en los digitales que el ex presidente Montilla ahora se va a esta ente inútil, cementerio de elefantes que es el Senado. Pujol y Maragall, no lo han hecho, y no lo habrían hecho. Ellos no lo harían.
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