Hay quien considera que las Fiestas de Navidad son sólo un obsceno derroche de dinero en regalos y comida. Hay quien cree que este buen rollo que impera estos días no es más que una hipocresía colectiva que desaparece al llegar el 7 de enero. Decía alguien que este hacer el bien, este espíritu de la Navidad, debería guardarse en frascos y irlos abriendo a lo largo del año. Hay quien quisiera estar ya a siete de enero (yo uno de ellos) aunque la noche del 6 cuando como decía Quino en una tira de Mafalda, los adultos nos sentimos terroristas de la felicidad, primero con los hijos y ahora con los nietos, sea posiblemente lo mejor y más auténtico de estas fiestas. Terroristas de una felicidad falsa, la primera mentira seria que se descubre de las muchas con las que se encontrará uno uno a lo largo de su adolescencia.
Hay quien detesta el sonsonete repetitivo y azucarado de las canciones de navidad, o Santa Claus colgados de los balcones y algunos reyes magos también, o el exceso de adornos por todas partes. También hay quien se cansa de desear felices fiestas y después próximo año nuevo a todos sabiendo que no lo será, si nuevo pero no bueno.
Hay quien detesta los inacabables ágapes de Navidad con la familia en pleno, y que a menudo acaban tarde y como el rosario de la aurora.
Hay padres o madres separados que por cupo no pueden tener a sus hijos por Navidad o por Reyes. Hay demasiada gente que no tiene humor para celebrar Navidad ni nada, y menos aún el nuevo año. Pero a pesar de todo, algo hay de este espíritu de Navidad que a poco mal que te vayan las cosas se acaba contagiando en mayor o menor medida. Y no se trata de una percepción religiosa (las fiestas ya existían antes de que el Dios todo poderoso fuera incapaz de evitar el asesinato de su propio hijo), hijo, del que aún no entiendo como Baltasar Garzón no ha pedido la revisión del juicio realmente injusto y parcial que le condenó a morir crucificado en las aspas. No es como decía una cuestión religios, posiblemente llevamos asociados en el subconsciente buenos recuerdos de Navidades de nuestra niñez, y sin darnos cuenta nos transformamos por estas fiestas de nuevo en niños. En nombre de este espíritu buenista, en parte por educación y en parte porque en mayor o menor medida también me ha afectado el virus .... os deseo de tengais una Feliz Navidad.
FELICES FIESTAS A TODOS Y TODAS!
Felices Fiestas!
ResponderEliminarQue seas feliz ahora y siempre.
Ah! El Papa Nöel pasó por mi chimenea y me dejó un libro de Saramago "Claraboia". Voy a dejar la mesa puesta con los dulces por si acaso el niño Jesus viene.
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