Al Señor Jeroni no le habían gustado nunca las flores y menos aún los geranios. No era nada personal, simplemente los detestaba cordialmente. Pero Maria su mujer estaba enamorada de ellas y tenía geranios y otras plantas por todo el piso, incluso en lugares donde estas se suponía que no podían crecer en condiciones favorables, ella conseguía que florecieran hermosas. Eran la envidia y la admiración de todos los vecinos e, incluso un día fueron los de la Televisión local para hacerle un reportaje. La Señora Maria les explicaba con voz pausada y tranquila las características de todas y cada uno de las plantas, ante la mirada atenta del Sr. Jeroni que no decía nada, sólo sonreía.
Eran un matrimonio de aquéllos que nadie puede decir nada malo. Tenían una hija casada, eran educados y agradables con sus vecinos, y nunca habían dado ningún motivo de crítica por parte de éstos, al contrario, la gran mayoría de las mujeres del barrio, ponían al Señor Jeroni como ejemplo a sus maridos.Cuando él se jubiló, después de toda una vida dedicada al Banco de Anoarra, le dieron un reloj de oro (bañado) y una placa conmemorativa que guardaba como un tesoro en su casa, y con Maria daban largos paseos cogidos del brazo. La gente en verlos los saludaba satisfecha, hacían tan buena pareja, decían.
El tiempo iba pasando y Maria continuaba con su afición a los geranios. Él no decía nada, ya se había hecho en la idea, y cada vez habían más geranios, en más lugares y cada vez más bonitos, y Maria estaba que no cabía de gozo en verlos.
Pero un día, ella fue a comprar al Mercado y ya no volvió. El Señor Jeroni, extrañado por su tardanza fue a buscarla, pero en el mercado nadie lo había visto, ni sabían nada de ella. Entonces se puso en contacto con su hija, que tampoco sabía nada. Debe haber ido a casa de alguna amiga suya y charlando, charlando se le ha hecho tarde - le dijo - con el fin de tranquilizarlo; pero a la una del mediodía cuando ya hacía cinco horas que se había marchado, el Señor Jeroni volvió a llamar a su hija preocupado, y finalmente decidieron avisar a las autoridades.
Durante más de tres meses lo revolvieron todo. Policía, mossos d'esquadra, familiares y amigos, participaron en la investigación, pero fue una tarea inútil, no la encontraron por ningún sitio, hasta que consideraron que estaba desaparecida y detuvieron la investigación. El Señor Jeroni estaba muy triste y solo, pero la vida continuaba y a pesar de su falta de amor por las plantas y sobre todo por los geranios, los continuó cuidando como homenaje a su compañera desaparecida.Si algún día vuelve, que vea que le he cuidado las plantas - decía a todo el mundo - porque volverá, se que un día volverá, repetía incansable.
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Y el tiempo continuaba pasando. El Señor Jeroni continuaba viviendo sólo y cuidando los geranios con mucho de amor. Su hija quería que fuera con ellos de vacaciones o a pasar unos días, le preocupaba su soledad, pero él no quería. A Maria no le gustaría que dejara abandonados los geranios, le decía.
Poco a poco y en ver que él estaba bien, lo dejaron hacer la suya, hasta que un día, después de las vacaciones de semana santa, a su hija se le ocurrió llamarle con el fin de ver cómo estaba, pero en no contestarle el teléfono, extrañada, y después de probarlo diez o doce veces, fue a su casa. Después de llamar tres o cuatro veces, y ver que no lo abría, probó con su llave, pero la puerta estaba cerrada con la aldabilla. Insistió en llamar al timbre, pero no respondía nadie. Preguntó a su vecina, pero ésta tampoco sabía nada de el.
- Creia que estaba con ustedes, - le dijo - ya hace días que no le veo.
- Creia que estaba con ustedes, - le dijo - ya hace días que no le veo.
- ¡Pues, no! Conmigo no estaba. - le contestó - ahora muy preocupada.
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Finalmente y temiéndose ya lo peor, decidieron avisar a la Policía de que tuvo reventar la puerta con el fin de poder entrar en la casa. En hacerlo, un fuerte olor a descomposición les confirmó lo que ya se temían y, tal como se esperaban, en medio del comedor y rodeado de geranios, yacia en el suelo, el cadáver del señor Jeroni. Por el estado en que estaba, era evidente que ya hacía días de su muerte. Ataque cardíaco, dictaminó al forense posteriormente, fué instantáneo, ni tanto solo se dio cuenta.
Pobre hombre, decían los vecinos, tanto bueno como era, no pudo superar la ausencia de Maria, lo mató la añoranza que sentía por ella.
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Pobre hombre, decían los vecinos, tanto bueno como era, no pudo superar la ausencia de Maria, lo mató la añoranza que sentía por ella.
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Después del entierro, pasados unos días, su hija hizo inventario de las pertenencias de su padre, de hecho, poca cosa. Los cuatro muebles y cuatro cosas más que tenía las dio a los Traperos D'Emaüs, pero le supo mal dar los geranios y, después de convencer a su marido, un domingo por la mañana los fueron a buscar con su furgoneta. Empezaron a bajarlos, con tanta mala suerte que uno de los tiestos cayó por la escalera, y, en romperse y esparcirse por el suelo aparecieron los restos de los huesos de una mano humana.
No hizo falta remover muchos tiestos para averiguar como, cuando, donde y porque había desaparecido la Señora Maria.
cuento de Francesc Puigcarbó
cuento de Francesc Puigcarbó
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