Cuando Dylan, no Thomas, sino el Bob, decía que los tiempos estaban cambiando no dejaba de tener razón. Esta tarde en el Hospital Parc Taulí he pedido la hoja de reclamaciones a Urgencias. Y es que no hay derecho. Antes, en vida aún del tío Paco, los domingos del Taulí eran una pasada, por los pasillos la gente escuchaba el fútbol con los transistores a toda pastilla, los niños jugaba al fútbol por los mismos pasillos, y por supuesto en todas partes se fumaba, enfermos, acompañantes y personal sanitario. ¡Como debe ser, vaya!
Pero en la actualidad el Parc Taulí no es serio, todo está limpio, pulido y ordenado, no hay un puto transistor ni niños jugando al fútbol, y ni siquiera se puede fumar en la entrada de urgencias, sino que se debe ir a los jardines de enfrente. Y lo que es peor, lo más grave, lo que realmente ha motivado que pidiera la hoja de reclamación: la máquina de bebidas, la joya de la corona, el oscuro objeto gastronómico de mi deseo, ha sido defenestrado: Ya no hay el caldo aquel con minúsculas hojas verdes que bien calentito parecía bueno y todo, y eso si que no se puede tolerar. La culpa no se de quién es, pero rodarán cabezas.
Pero en la actualidad el Parc Taulí no es serio, todo está limpio, pulido y ordenado, no hay un puto transistor ni niños jugando al fútbol, y ni siquiera se puede fumar en la entrada de urgencias, sino que se debe ir a los jardines de enfrente. Y lo que es peor, lo más grave, lo que realmente ha motivado que pidiera la hoja de reclamación: la máquina de bebidas, la joya de la corona, el oscuro objeto gastronómico de mi deseo, ha sido defenestrado: Ya no hay el caldo aquel con minúsculas hojas verdes que bien calentito parecía bueno y todo, y eso si que no se puede tolerar. La culpa no se de quién es, pero rodarán cabezas.
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