Habla Gregorio Luri en su último escrito de la utópìca tribu de los 'nacirema', que dicen que el cuerpo humano es feo y que tiende de manera natural a debilitarse y enfermar. Prisionero en un cuerpo de este tipo, la única esperanza del hombre que quiere frenar esta tendencia es el uso de rituales y ceremonias. Cada hogar tiene una o más santuarios dedicados a este propósito. 
No andan desencaminados los nacirema, el cuerpo humano es un lastre pesado para el cerebro, una prisión que nos convierte en poca cosa más que portadores de mierda y nos hace débiles y enfermizos. Hitler creía que este cuerpo escaso era eso, un lastre y buscaba la raza perfecta que llamara la atención de los que nos habían ocupado el cuerpo, por eso intentó potenciar la raza aria y la ubicó en un pueblo de Alemania. No le hicieron caso los ancestros que nos habían ocupado el cuerpo, quizás porque los tiempos, la relación espacio tiempo, es muy relativa en el universo. 
Pero es evidente que el nuestro es un estado temporal, un estado del que saldremos cuando logremos ser aquello para lo que fuimos diseñados: energía en estado puro.