Un profesor de un país del este de Europa me cuenta que su madre, una campesina, se sorprendió mucho cuando supo que él padecía
de insomnio. Ella, cuando no podía dormir, sólo tenía que imaginarse
un vasto campo de trigo ondulado por el viento y de inmediato se
dormía.
No es la imagen de una ciudad la que produciría este resultado. Es
inexplicable, milagroso, que un hombre de ciudad llegue a pegar el ojo.
E.M.CIORAN
E.M.CIORAN
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