La corrupción que a mí más me preocupa en nuestro país no es tanto la de las cosas, los trapicheos, las sinvergonzonería, sino la de la mente. La corrupción de la cabeza, de la mentalidad, el justificar lo injustificable; y no sólo justificarlo, sino no saber ya qué es lo que debes de pensar, lo que debes de desear, lo que debes querer. En «La República» hay un texto maravilloso de Platón que dice que hay tres niveles en la vida: el económico, el cuerpo y la mente. El dejar en primer lugar lo puramente material, la codicia del tener, y dejar lo de la mente en último lugar es una corrupción que acaba rompiendo la ciudad en donde eso se practique. Por lo tanto, las humanidades es el fruto de nuestro trabajo, de nuestros deseos, de nuestros sueños, de lo que hemos querido ser. La idea de justicia, de bondad, de belleza, de cultura, ha surgido porque los seres humanos lo han necesitado.